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Carta al niño Jesús

Carta al niño Jesús

Por CARLOS OJEDA

Querido niño Jesús, durante muchos años te he escrito esta carta que siempre dejó a los pies del arbolito. Siempre era para pedirte juguetes y regalos. Eran otros tiempos.

En mi casa apenas llegaba diciembre la alegría inundaba cada rincón y cada ambiente del hogar. También llegaban de todas partes del país, primos, tíos y abuelos que no conocía –algunos de ellos tan distantes al principio, como joviales antes de irse en enero. Creo que todos  me hacen falta.

Mi hogar hoy luce diferente. Tengo muy poquitos años, pero siento la confusión y la tristeza en el ambiente. Mi mamá colocó el arbolito de Navidad en la sala como siempre. Me causó sorpresa que ya son cuatro años seguidos que coloca las mismas luces y las mismas bambalinas (algunas luces están apagadas y veo menos bambalinas, pero no quise decirle nada).

Mi papá también ayudó -aunque no mucho- con ese caminar cansado y lento con el cual se desplaza en los últimos años. No estaba muy emocionado. Papá no es viejo -¡Sabes! Siempre fue un hombre fuerte y decidido. Era profesor en la universidad; vestía bien; estudiaba mucho. Siempre lo visitaban los demás alumnos y profesores para pedirle orientación, o consultas como se dicen en estos tiempos.  Aun así ayudó a armar el pesebre (sin luces).

¡Hay cosas que tú no entiendes! Es una frase común que escucho a menudo de familiares y vecinos. He comenzado a entender, mi querido niño Jesús, el cómo cambiaron tantas cosas en los últimos años por eso te escribo esta carta muy distinta a las anteriores.

Querido niño Jesús, quiero que me traigas una bicicleta, una tablet para ver videos y un pan de jamón. Quizás es mucho pedir, según dicen mis padres. (Ellos me dijeron que te escribiese pidiendo una patineta de esas feas o ropa).

Prefiero pedirte niño Jesús: Ver a mi madre feliz cocinando las hallacas con el ruido que se hacía al reunir a la familia. Cocinar era una fiesta.

Ver a mi padre, el de siempre, quien les explicaba a todos con su entender y paciencia lo bueno y malo del mundo. Lo hacía con orgullo, con gallardía y con la decencia que aprendió en la universidad donde estudió siendo hijo de un obrero. Mi abuelo no pagó nada porque mi padre supiese tanto.

Prefiero niño Jesús, ver que la gente sonría, que nuestros vecinos tengan la esperanza de un mañana y el pretender un futuro. Prefiero gente sonriente a la tristeza que veo.

Tráeme, niño Jesús, las ilusiones que se perdieron en el tiempo, la alegría del compartir, esa Venezuela donde grandes y chicos, negros y blancos, pobres y ricos reventaban tumba ranchos, encendían cohetes y se abrazaban entre nochebuena y año nuevo.

Devuélveme a mis padres de siempre, a esos familiares que revoloteaban en mi casa, a mi gente del barrio que compartía con nosotros. Devuélveme las luces y los cohetes. Devuélveme la sonrisa en cada adulto y en cada niño. Devuélveme las hallacas, los refrescos y los bochinches de diciembre. Devuélveme la niñez. No quiero nada más.

Posdata: Si puedes me traes la bicicleta. Yo me he portado bien.

Firma: Un niño de Venezuela.

@CarluchoOJEDA