Por CÉSAR PÉREZ VIVAS
La sociedad venezolana ha ofrecido una sólida respuesta a la convocatoria para la consulta nacional. Se trató de una manifestación esperanzadora, evidencia de la reserva democrática y política de una nación sometida a un régimen totalitario, que cada día se empeña en cerrar los espacios de libertad construidos a lo largo de muchos años.
La presencia de millones de venezolanos en los centros de consulta, así como la repuesta ofrecida por otro significativo segmento por la vía digital, nos ofrece el testimonio de una sociedad que no se rinde, dispuesta en medio de la tragedia existente a ofrecer su concurso ciudadano para el rescate de la democracia y con ella la de nuestra desfigurada Venezuela.
El balance de la consulta ciudadana es altamente positivo, si tomamos en consideración su implementación y ejecución en un contexto totalmente adverso, como fruto del estado de terror y censura desplegado por la camarilla madurista.
Adelantar una iniciativa política, ortodoxamente democrática, en una dictadura comunista, ya de por sí constituye todo un desafío inconmensurable. Hacerlo, además, con la abierta objeción de destacados dirigentes de la oposición política, en medio de un estado de confusión, pobreza, malestar y desaliento de la ciudadanía lo hacía más complejo.
Nuestros ciudadanos, sobreponiéndose a todo ese adverso ambiente, tomaron fuerza para ratificar nuevamente su repudio al régimen usurpador, a sus fraudes legales y electorales, así como a la destrucción de la nación.
Fue una jornada ejemplar de civismo y democracia que evidencia el deseo del venezolano de poder ejercer libremente el sufragio, hoy secuestrado y distorsionado para lograr un cambio pacífico y democrático en la conducción del Estado.
La consulta ha sido un éxito porque, además, permitió una ratificación de nuestro espíritu de nación. La dictadura se ha empeñado en desconocer a la Venezuela que deambula por el mundo. El desprecio de Maduro y su camarilla por la diáspora es permanente, hasta el punto de haber llegado a negarles el derecho al voto para cortar el vínculo ciudadano con nuestra patria. La consulta reafirmó ese vínculo. Hizo que los venezolanos esparcidos por el mundo vivificaran su nacionalidad y compromiso con la tierra en la que nacieron y se forjaron.
Resultó además un formidable testimonio de resistencia civil a un régimen forajido y opresor. Cada venezolano participante ejerció la ciudadanía y repudió al régimen desde su esencia de persona, en forma pacífica, con la única arma que le acompaña que es su voluntad y su determinación. Algún amigo podrá argumentar que ello no es suficiente, porque dada la naturaleza guerrerista y represiva del régimen, solo es posible cambiarlo por la vía de la fuerza. Para ello se requiere de un contingente armado, no disponible para quienes le adversamos. La sociedad democrática venezolana está desarmada y solo dispone de su firme convicción democrática y de su voluntad de resistir la opresión, y la pudo expresar a través de la consulta.
De la anterior consideración se deriva una legitimidad para la lucha política, destinada a lograr el cambio en la conducción de los asuntos públicos. Es decir, la presencia masiva de los venezolanos en la consulta popular nos comunica que las iniciativas a una solución política a la tragedia tienen amplia acogida en nuestro pueblo. Tal premisa hace obligante una reflexión en la dirigencia política para examinar el camino recorrido, evaluar logros, errores y carencias que permitan replantear una estrategia capaz de encausar esa formidable fuerza ciudadana, de una forma tal que produzca el aheleado cambio.
La consulta le da también piso político a la instauración de un gobierno de transición y unidad nacional, en el momento en que las circunstancias fácticas así lo permitan. De modo que es un deber del liderazgo hacer un esfuerzo superior en la búsqueda del entendimiento y la concertación, no solo para lograrlo, sino para sostenerlo, en el momento en que se concrete.
La consulta ha sido también un formidable sacudimiento de la conciencia cívica de la nación. Frente a la imposibilidad ética, jurídica y política de concurrir a la farsa parlamentaria diseñada en los laboratorios del poder usurpado, era menester un despliegue, en todo el país, de los equipos humanos de la sociedad democrática para comunicar los elementos del fraude parlamentario y para ofrecer una respuesta política a tamaño desafuero.
Esa conexión entre ciudadanos, activistas y dirigentes, tan difícil de sostener en medio de un régimen autoritario, y en una debacle económica y social, es fundamental para conservar el capital social de la nación con miras a lograr su rescate institucional, espiritual y material. Es menester recordar lo complejo de la tarea de construir y sostener organizaciones e instituciones societarias para la gobernabilidad democrática de una sociedad.
La directiva de la legítima y legal Asamblea Nacional tiene ahora un mandato para adelantar una serie de gestiones, tendientes a lograr el desconocimiento de la comunidad internacional para el nuevo cuerpo político que el régimen va a instalar el próximo 5 de enero de 2021. Además de continuar las tareas tendientes a obtener la cooperación del mundo libre a nuestra lucha por el rescate de la democracia, así como la atención a nuestra dolorosa tragedia humanitaria.
La consulta nos ha insuflado un nuevo aliento para la lucha. Fuimos claros con el país respecto a sus objetivos, sin crear falsas expectativas sobre cambios inmediatos. Hoy Maduro ha recibido una contundente derrota política. La deliberada ausencia en el evento fraudulento como protesta y la entusiasta respuesta a la consulta popular abren camino para continuar la lucha.
Los venezolanos ratificamos: no nos acostumbramos ni a la opresión, ni a la miseria. Continuamos firmes en nuestro anhelo de libertad, democracia, modernidad y prosperidad. Lo comunicáremos permanentemente, con ocasión o sin ella. La lucha continua hasta lograrlo.