“América ha vuelto, la alianza transatlántica ha vuelto”, dijo Joe Biden el 19 de febrero de 2021 en reunión de la Conferencia de Seguridad de Múnich. “Sé que en los últimos años han dañado y puesto a prueba la relación transatlántica. Los Estados Unidos está determinado a comprometerse nuevamente con Europa, a consultar con ustedes, a ganarse nuevamente su posición de liderazgo confiable”.
Ya en el último trimestre del año, podemos decir que esa promesa de Biden está haciendo aguas. De hecho, para sus aliados no es tan distinto a su polémico predecesor. “Se parece mucho a lo que Trump hizo”, dijo Jean-Yves Le Drian, el ministro de Asuntos Exteriores de Macron, hace pocos días. Es que Francia, el más antiguo aliado de Estados Unidos, ha llegado al extremo de llamar a consultas a su embajador en Washington. El origen del conflicto es una trama muy trumpista: con ayuda de la Gran Bretaña de Boris Johnson, el gobierno de Biden cerró una alianza con Australia para construirles unos submarinos nucleares. La llaman AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos, por sus siglas en inglés). Ese acuerdo tumbó uno previo con Francia, que perdió un contrato de 66 mil millones de dólares.
La relación entre ambos gobiernos está bastante maltrecha tras esto. París y Washington se alejan justo cuando la Unión Europea se queda sin Merkel, por lo que el liderazgo europeo recaerá en un Macron distanciado de Washington pero cercano a Moscú y a los reinos árabes.
Nos encontramos ante una gran recomposición de las placas tectónicas geopolíticas. La alianza transatlántica es, más bien, con Gran Bretaña, no con la Unión Europea. de Biden no es necesariamente con la Unión Europea sino con Gran Bretaña. De hecho, con la Mancomunidad de Naciones o el mundo angloparlante. Entonces, la diferencia con Trump no es en el objetivo sino en las formas. Ya hablamos de una política de Estado que Washington ha asumido para recuperar la influencia que ha ido perdiendo lentamente desde que se comenzó a aventurar en el mundo árabe en la guerra contra el terrorismo y los fundamentalismos.
El camino que parece quedarle a la Unión Europea es la de fortalecer su aparato de seguridad para no depender ni de Estados Unidos ni de la Rusia que la tiene chantajeada con cortarle el suministro de gas si le sale muy contestona. Macron dijo que «estamos obligados a constatar que desde hace algo más de diez años los Estados Unidos se concentran mucho en ellos mismos y tienen intereses estratégicos que se orientan hacia China y el Pacífico. Es su derecho, es una cuestión de soberanía. Y respeto la soberanía de los pueblos», con lo cual parece estar de acuerdo con la tesis de la recomposición geopolítica mundial.
Macron, que se verá con Biden a mediados de Europa tras conversar telefónicamente a finales de septiembre, tampoco quiere pelearse con Estados Unidos, a los que considera «aliados históricos y lo seguirán siendo».