Por ANTONIO HERRERA-VAILLANT
En una elección normal se escogen los candidatos preferidos por la mayoría de quienes votan. El evento programado en Venezuela el próximo 21 de noviembre no es solo eso. Para una verdadera elección se necesitan garantías de que la voluntad del elector será respetada con toda transparencia – y eso difícilmente ocurre con un régimen abusador, cínico y desfachatado, que reiteradamente ha demostrado su total desprecio por la voluntad y bienestar de la población.
Al 21 de noviembre concurre la dictadura para intentar una demostración de fuerza y barnizar su credibilidad ante un cada vez más reducido grupo de seguidores y simpatizantes externos. Con tal fin no dudarán en recurrir a todo tipo de desmán imaginable; y luego estarán dispuestos a coartar a los opositores que resulten electos, minando su eventual gestión de todos los modos posibles.
Pero para la mayoría democrática – en todas sus vertientes – el acto comicial planificado para ese día no debe suponer una elección normal sino una nueva oportunidad para demostrar su contundente rechazo a un régimen que se ha apoderado de la nación y la conduce hacia su total ruina y sumisión.
En el proceso se contará con por lo menos dos miembros de la autoridad electoral que a conciencia habrán de estar dispuestos a señalar y denunciar todas las trapisondas, abusos e irregularidades que conformen un fraude continuado a la voluntad popular.
Adicionalmente, cualquier instancia internacional que logre participar en la observación del proceso tendrá que conocer y reconocer las denuncias que surjan sobre cualquier trampa o atropello que se cometa durante el proceso, así también venga algún elemento externo dispuesto a convalidar cualquier marramucia del régimen.
Por todo ello no deben enfocarse los próximos comicios como un normal concurso de personalidades o banderías sino como forma de protesta, que siempre será efectiva cuando el total de votos democráticos supere a los de la dictadura – sean cuales fueren los resultados que luego adulteren. La verdad la sabremos los electores, los candidatos, los observadores internacionales objetivos, y todos los integrantes del régimen que conozcan la realidad de las urnas.
Y quienes predican abstención como protesta recuerden que ese concepto lo inventó aquí el difunto José Vicente Rangel tras las elecciones de 1989, pero que el mundo entero reconoce que la abstención en minoría es tan solo conformidad, indolencia, indiferencia, egoísmo, pusilanimidad, sumisión o cobardía. Votar es hacer algo – abstenerse es hacer exactamente lo que quiere la dictadura.
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