El lamentable apoyo de la Unión Europea al dictador de Venezuela

Por Andrés Oppenheimer

Yo solía pensar que la Unión Europea era una líder de la defensa de la democracia en el mundo. Pero la reciente decisión de la Unión Europea de enviar una misión de observación electoral a las fraudulentas elecciones de noviembre en Venezuela sugieren que la UE se ha cambiado de bando, y ahora está en el negocio de legitimar dictaduras. Según un comunicado del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, la UE enviará una misión de observación electoral a las elecciones regionales y locales del 21 de noviembre en Venezuela. Durante los últimos 16 años, la UE se había negado a enviar misiones de observación electoral a Venezuela, principalmente porque consideraba —con razón— que eran una farsa.

Según Borrell, las próximas elecciones venezolanas son “un proceso electoral sin precedentes”. Eso es música para los oídos del dictador Nicolás Maduro, quien durante mucho tiempo ha estado tratando desesperadamente de obtener el reconocimiento internacional para sus farsas electorales. Todo indica que la UE va producir un informe en la noche de las elecciones, que evaluará si hubo irregularidades el día de la elección, y un segundo reporte meses después, evaluando si todo el proceso electoral fue libre y justo. El problema es que el fraude ya se ha producido. Es probable que Maduro obtenga un visto bueno de la misión electoral de la UE en la noche de las elecciones, porque no necesitará hacer fraude en el conteo de votos. El proceso electoral ya está tan viciado a su favor, que bajo las actuales condiciones será casi imposible que la oposición gane.

En primer lugar, no hay libertad de prensa en Venezuela. La dictadura de Maduro posee o controla todas las principales cadenas de televisión y radio. En segundo lugar, Maduro ha intervenido a los principales partidos de oposición, apropiándose de sus nombres y logotipos, y colocando a seguidores suyos como sus nuevos líderes. Esto significa que muchos venezolanos emitirán sus votos pensando que están votando por la oposición, y estarán votando por Maduro. En tercer lugar, el régimen de Maduro no ha registrado a un gran número de votantes jóvenes que han alcanzado la edad de votar y que son proclives a votar por la oposición. En cuarto lugar, la dictadura de Maduro ha arrestado, forzado al exilio o inhabilitado a decenas de candidatos clave de la oposición. “Estas elecciones no se pueden considerar libres, porque no lo son”, me dijo Leopoldo López, líder del partido Voluntad Popular y una de las principales figuras de la oposición.

“Los partidos de oposición han sido expropiados, los candidatos han sido proscritos, todavía hay presos políticos, el sistema electoral sigue siendo una caja negra y los medios están totalmente controlados por la dictadura”, me dijo López.

Para empeorar las cosas, la misión de la UE solo tendrá miembros suficientes para monitorear un 3.5% de los lugares de votación, según me dicen fuentes opositoras. Y es probable que, por razones de seguridad, los observadores de la UE le avisen al régimen con anticipación a que lugares van, lo que facilitará al gobierno asegurarse de que no se produzcan irregularidades en esos municipios.

Asimismo, Borell, un político del Partido Socialista, ha designado a su colega portuguesa Isabel Santos, también del partido socialista, para dirigir la misión electoral. López me dijo que la misión de la UE debería incluir “políticos de todos los partidos políticos europeos”, para asegurarse de que no haya sesgos políticos.

En resumen, lo que va a pasar es lo siguiente: en la noche de las elecciones, la misión de la UE probablemente anunciará que no hubo grandes irregularidades en la votación, y Maduro podrá ufanarse de haber supuestamente ganado unas elecciones limpias monitoreadas por la UE. Y varios meses después, cuando la misión de la UE publique su informe final analizando todo el proceso electoral y concluyendo que no fue justo, nadie se va a acordar de estas elecciones, y la noticia va a pasar desapercibida. Los países europeos deberían estar avergonzados de prestarse a esta farsa.

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