*** La «visión Borrell» sigue imperando en las relaciones exteriores españolas en relación a Cuba y Venezuela. Pero España debería alejarse de los populismos y aprovechar así el alejamiento de Washington respecto a Europa para ocupar el vacío que han dejado París y Berlín, considera Francisco Poleo en artículo publicado en El Español, cuyo resumen dejamos a continuación.
Los guiños de Macron a Rusia: El 15 de febrero de 2020, Emmanuel Macron dijo que es “un gran error distanciarnos de una parte de Europa con la cual no nos sentimos confortables”. En ese corto pensamiento hay un océano de contenido.
El macabro juego del «zar» ruso: Vladímir Putin juega a otra cosa. Lo suyo es desestabilizar, como sea, a Occidente. Lo mismo apoya al derechista Viktor Orbán en Hungría como al izquierdista Nicolás Maduro en Venezuela. En el Medio Oriente, es aliado del estado clerical iraní, pero también del presuntamente socialista sirio. La ideología le importa un rábano.
Venezuela, manzana de la discordia: El último episodio que ha crispado las relaciones europeas con Washington es el de las elecciones regionales en Venezuela, previstas para el próximo 21 de noviembre. El régimen de Maduro es el principal foco de desestabilización regional, por lo que cualquier acción que atornille en el poder al personaje en cuestión es visto como una afrenta en Washington.
Oportunidad para España: El divorcio tiene razones más profundas, pero ahí tiene una oportunidad España para forjar una envidiable alianza con los Estados Unidos, un país en donde el 19% de la población, 62 millones de personas, son de origen hispano. El vacío que deja París (¿y Berlín?) puede ser llenado por Madrid. Y un excelente punto de partida sería el de coordinar con Washington una estrategia que permita la vuelta de la democracia a Cuba, Venezuela y Nicaragua, no simplemente estrechar lazos de cohabitación, como desean tanto Sánchez como Borrell.