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Jorge Rodríguez y Gerardo Blyde se saludan en el inicio de la negociación en México entre la Plataforma Unitaria y el gobierno de Nicolás Maduro. Foto cortesía AP.

Savonarolas o maquiavelos

*** Una efectiva combinación de factores puede obligar al régimen a facilitar una transición a la democracia, siempre que se garantice la supervivencia personal, económica y aún política de partes de las sectas civiles y militares que aún lo sustentan, considera el autor.

Por ANTONIO A. HERRERA-VAILLANT

Llega a su fin el 2021 y la sociedad civilizada global no sale de su asombro ante la supervivencia de una aberración política, económica y social como la que maneja poderes de facto en Venezuela.

Desafía toda lógica la perduración de una completa antítesis del gobierno de los mejores, combinación de mafia con fascismo, que se mantiene entronizada con apoyo de apenas la cuarta parte de la población – cuando mucho.

Y tienen razón quienes argumentan que un adefesio criminal de semejante ralea no cederá el poder pacíficamente, por motivos patrióticos, altruistas o visión de futuro.

Eso lo entendemos hasta los más lerdos, pero también hay que pensar que una efectiva combinación de factores lo pueden obligar a hacerlo, siempre que se garantice la supervivencia personal, económica y aún política de partes de las sectas civiles y militares que aún lo sustentan.

O sea, que difícilmente veremos aquí una perfecta caída y mesa limpia al final de la pesadilla. Para que ello ocurriese tendrían que sobrevenir condiciones y eventos tan poco probables y hasta inverosímiles que casi formarían parte de lo milagroso.

Lo más probable es que el final del régimen resulte tan torpe y engorroso como el conjunto de condiciones que condujo a la actual desintegración nacional. No habrá salidas que satisfagan a todos o aun aprueben muchos. Pero lo que sí se puede lograr son numerosos cambios sucesivos que paulatinamente devuelvan a la nación a cauces de libertad e institucionalidad democrática creíble y sustentable.

Para que ello sea posible es importante tener presente que lo que tiene que cambiar no es solo la cabeza del régimen pues el problema no es solo una dictadura unipersonal sino toda una mafia entronizada a lo ancho y largo de las instituciones de la nación.

Continuamente se dice que la solución a la tragedia venezolana es la unidad de la oposición, mientras en hechos se consigue todo lo contrario. Quizás sea hora de que nos demos cuenta de que la unidad opositora resulta mucho menos importante que la división de las fuerzas que sustentan al régimen.

Y al mismo tiempo podamos reconocer que la división de esas fuerzas se aleja en la medida que se metan a todos en un mismo saco de condena y desprecio, sin dar tregua a quienes intentan formar distintas facciones dentro de la misma tendencia, ni mucho menos ofrecer incentivos para que se separen.

Lo aprendido hasta ahora indica que por ahora hace falta postergar justicieras actitudes de Savonarola y dar paso a importantes lecciones de Maquiavelo. Para todos mejores Pascuas y un 2022 con nuevos bríos.

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