Del asalto de Washington al de Ottawa

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*** ¿Qué tienen en común los asaltos en las capitales de EE.UU. y Canadá? ¿Y qué se puede esperar de ellos?

Por ALFREDO MICHELENA

Las capitales de los países más poderosos de la región, miembros de las alianzas militares más potentes, paladines de la democracia y los derechos humanos, y sobre todo las democracias más estables y longevas del continente, fueron puestas en shock, pues sus más sagrados espacios fueron asaltados por una poblada vociferante  y desafiante.

El asalto al Parlamento estadounidense y la profanación de esos espacios con el fin de cambiar el resultado de una elección, ha sido algo nunca visto, en la historia de ese país.

Tampoco se recuerda algo como la toma de la capital de Canadá. En este caso por la llamada “caravana de la libertad” que movilizó a cientos de camiones y camioneros  desde todas partes de ese inmenso país hacia Ottawa.

Los por qué

Las razones argumentadas por sus participantes, parecen muy diferentes. En un caso fue la tesis del robo de una elección, que para ellos habría favorecido a Trump;  en el otro el cansancio de la población por las restricciones gubernamentales sobre que se puede y que no se puede hacer durante la pandemia, en especial a los que no se vacunan; lo que al estar muy ligado al concepto de libertad, que supone que el estado no debe meterse en los asuntos privados de las personas y esto ha movilizado a muchas personas, al grito de ¡libertad!

El detonante en Canadá ha sido el requerimiento de la vacuna a los camioneros que cruzan la frontera, que originalmente habían sido exceptuados por EE.UU. y Canadá, desde el otoño hasta el 15 de enero de 2022. 

Más allá de lo anterior, ambos movimientos tienen en común la intención de acceder al poder, fuera de las normas establecidas. En el caso del asalto al Capitolio en EE.UU. se ve en forma más clara, en el de Canadá no, pues originalmente se presentó como una acción de la sociedad civil frente a las restricciones producto de la pandemia, al estilo de las que se han visto en Europa. Sin embargo, al escudriñar más vemos que entre los promotores y líderes canadienses también se busca, a su manera, cambiar al gobierno o “disolverlo”, como apuntó uno de ellos.

El caso canadiense

Veamos, entre sus promotores encontramos miembros de varios grupos políticos anti “establishment”, tales como el partido separatista Maverick Party/ Wexit, Acción por Canadá,  People’s Party, y los Soldados de Odin, en su mayoría racistas, antiinmigrantes e incluso partidarios de QAnon. El grupo Canada Unity propuso un “manifiesto”, que esencialmente, exige la renuncia del gobierno federal y la creación de un nuevo gobierno formado por el Senado y el Gobernador General, con ellos como miembros. Y aunque esto parece descabellado – y esa propuesta fue borrada recientemente de su sitio web- los líderes de la “caravana de la libertad”, la han transformado en la creación de un bloque con todos los partidos, menos el Liberal, del Primer Ministro, Justin Trudeau, así como la gobernadora general para negociar el levantamiento de las restricciones. Restricciones que vale aclarar, no han sido puestas  por el gobierno federal sino por los gobiernos provinciales, excepto lo referente al cruce fronterizo. Mientras tanto la ciudad capital sigue tomada por unos 200 camiones, acción que ha sido rechazada por muchos otagüences.

La protesta también se ha expandido bloqueando varios puentes que cruzan hacia EE.UU., causando daños a la economía en general, tanto en la canadiense como en la estadounidense, al romper la intensa cadena de suministros entre ambos países con una pérdida de cientos de millones de dólares diarios. Y esto si es un problema en cuya solución debería actuar el gobierno federal como incluso ha señalado el gobierno de EE.UU. Sin embargo, su solución ha recaído al nivel de las provincias.

Señales preocupantes

De los asaltos a Ottawa y Washington tres asuntos llaman la atención, primero los servicios policiales no estaban preparados para manejar la situación y fueron sobrepasados. En el primer caso, hubo heridos e incluso muertos. En Canadá, por su parte, la protesta se transformó en la toma de la ciudad, al menos de su centro, sin que por dos semanas pudiera hacerse nada. Aparentemente, entre los escenarios de lo que puede pasar en estas democracias estos asaltos no estaban codificados.

Una nota para los que viven al sur del paralelo 49, en Canadá la policía se cuida mucho de violar los derechos humanos y usar la violencia. Incluso las acciones policiales más significativas en este caso, han sido precedidas por decisiones judiciales o normativas ad hoc del gobierno provincial. El uso del ejército está proscrito.

Segundo, estas demostraciones señalan una crisis de estas democracias. Aquí la gran pregunta es si estas bien fundadas democracias podrán mutar o metabolizarse para acomodar o acomodarse a los cambios que se están dando en sus sociedades. Lo más grave sería pensar que esto es algo casuístico.

Y tercero, y quizás lo más relevante para estos análisis, es que la contestación al “establishment” no viene de la izquierda, sino desde la derecha, y terminan siendo apoyado por los partidos Republicano (EE.UU.) y Conservador (Canadá).

Algunos consideran que estos movimientos son un efecto del Trumpismo. Por lo que además habría que adjetivarlo como populista; y populista de derecha.  

¿Y ahora?

Los que hemos experimentado catástrofes como lo que sucede en Venezuela, no podemos dejar de preocuparnos, por estas señales.  En todo caso, son los  basamentos históricos, institucionales  y culturales de Canadá y EE.UU. – diferentes a los nuestros- los que determinarán hacia dónde van estas democracias. Y la esperanza, como ya se dijo, es que se metabolicen estos retos y se genere un cambio hacia unas democracias aún más estables.

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