*** Rusia no podrá sostener el pulso a Estados Unidos, que ha encontrado en Ucrania la excusa perfecta para activar una importante área de negocios, considera la autora.
Por JURATE ROSALES
Estamos en este momento con el caso de Ucrania. Salvo que me equivoque, no logro quitarme de la mente la sospecha de que se trate de un varias veces centenario, muy sostenido sistema norteamericano. Es decir, renovar cada cierto tiempo, la absoluta necesidad de los negocios. Cada vez que los negocios se agotan, EEUU encuentra la necesidad de abrir un nuevo lugar para seguir expandiendo el área de su influencia. En el campo económico, el que les interesa.
A Washington le llegó el tiempo de activar un nuevo espacio que había mantenido en reserva hasta ahora. Se trata de un sistema híbrido entre lo que siempre ha sido la política norteamericana. Cuando los negocios se estancan por falta de más mercado, se busca un nuevo espacio que se activará por las buenas o las malas. En este caso, suele ser una guerra. Planificado o fortuito, no lo sé. Sin embargo, revisando la política norteamericana a través de su relativamente corta existencia, y viéndola en términos históricos, siempre encuentro el mismo patrón de conducta. Se estanca al llegar a una saturación y se busca un nuevo espacio geográfico o humano, para ampliar los negocios.
Muy notables, en este sentido, han sido las compras de los estados Luisiana y Alaska. Ambas las podríamos definir como una ganga. Luisiana fue comprada el 30 de abril de 1803 por 15 millones de dólares, aproximadamente 4 centavos por acre. En cuanto a la otra asombrosa compra, el zar Alejandro II le vendió a Estados Unidos el estado de Alaska por 7.200.000 dólares en 1867. Los Estados Unidos siempre preferían la vía pacífica. Entraban en una guerra solamente cuando su economía mandaba la señal de haberse agotado. En estos casos, el área a integrar en el mercado americano también solía ser bien definida.
Es muy notable el caso de Europa del Este. Al terminar la II Guerra Mundial, la URSS estaba a merced de los norteamericanos. Hasta las cadenas con las que los soviéticos amarraban a sus prisioneros políticos del gulag provenían de la ayuda norteamericana. Ante eso, el general de Estados Unidos G. Patton, aconsejó invadir Rusia. La veía fácil de vencer. Pero lo frenaron y todo el Este de Europa fue entregado casi como un inmerecido regalo. Los americanos se dedicaron a reconstruir la devastada Europa occidental con el plan Marshall. Aquel fue un buen negocio, aunado con casi igual ayuda al Japón.
No fue sino 20 años más tarde que llegó el turno de reconstruir Europa oriental. Ha sido tarea fácil. La mayoría de las naciones integradas a la Unión Europea son perfectos ejemplos entusiastas de la economía capitalista. Todavía faltan, para seguir con el impulso, dos países eslavos. Hablamos de Bielorrusia y Ucrania, además de algunas repúblicas balcánicas. Putin, fiel seguidor del pasado, las intenta retener hasta donde sea posible. Este es, con Rusia inclusive, que pronto estará a punto de melcocha, el próximo paso. Por más que Putin intente durar su tiempo, alguna vez terminará. Tarde o temprano, Rusia dará señales de impaciencia.
Parece que divago, pero todo lo veo muy claro. Incluso, a mis pronto 93 años, espero alcanzar a vivir algo de lo que en mis predicciones dejaré en veremos.
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