*** Putin, a quien no le importa cuántos soldados rusos caigan ni cuántos millones pierdan sus oligarcas, seguirá avanzando hasta que se le ponga un para’o, considera el autor.
Por FRANCISCO POLEO
Vladimir Putin es un bully, un abusón, un fanfarrón. Pensó que podía acosar a Occidente y lograr sus objetivos sin disparar ni un balín. En sus cálculos no estaba una respuesta tan resuelta y unificada de parte del mundo libre. Sobre todo, creyó que Ucrania caería a las pocas horas si lanzaba una operación relámpago, un blitzkrieg, sobre ellos. No fue así. Con Kyiv se ha topado. El bully eslavo ha pasado años cultivando una imagen de macho man: pescando a pecho descubierto, escalando tanques de guerra, pegando patadas como judoka, manejando una Harley Davidson con su correspondiente chaqueta de cuero y hasta difundiendo ese famoso montaje en el que cabalga un oso. Sin embargo, Zelensky, el comediante judío que los azares del destino han puesto en este momento cumbre, le ha arrebatado todo ese trabajo en un pispás. Hitlerovich está encerrado en su palacio de cristal, aterrorizado por el Covid que le hace poner elefantiásicos mesones de por medio con quien lo visite. Mientras tanto, el Capitán Ucrania lidera en el terreno la encomiable resistencia no solo de Ucrania sino del mundo libre.
Arrinconado porque nadie cedió ante sus exigencias, al bully no le ha quedado otra que tirar para adelante. Puede que termine conquistando Ucrania, aunque eso está en veremos gracias a los héroes ucranianos. Sin embargo, Putin ya perdió. Reunificó a la OTAN, logró que occidente abrazara a Ucrania como uno más, aisló a los oligarcas rusos del sistema financiero internacional, dejó como unos parias a sus compatriotas y se está ganando el título de criminal de guerra. De esa trasnacional del crimen que es el populismo que Anne Applebaum ha llamado Autocracia C.A., sólo Lukashenko y Maduro se han lanzado a apoyarlo. Xi y Erdogan se lo sacudieron, por ejemplo.
Sin embargo, el bully, a quien no le importa cuántos soldados rusos caigan ni cuántos millones pierdan sus oligarcas, seguirá avanzando hasta que se le ponga un para’o. El elefante, herido en su orgullo, ya entró en la tienda de cristal. Si destroza Ucrania, irá a por Finlandia, Suecia y lo que le venga en gana. Me temo que las sanciones, por muy fuertes que sean, sólo servirán si sus secuaces se cansan de sus bravuconadas y lo sacan a rastras del Kremlin. Claro que mucho menos efecto tendrán los comunicados de los burócratas expresando «profunda preocupación», las publicaciones en redes sociales «enviando bendiciones» y los edificios emblemáticos con lucecitas de los colores ucranianos.
Las opiniones publicadas en Zeta son responsabilidad absoluta de su autor.
A continuación, análisis de Francisco Poleo en EVTV Miami, en el programa El Citizen de Leopoldo Castillo, este viernes 26 de febrero.