El precio de la libertad
*** Las miasmas de la dictadura están en muchas partes, incluyendo a Venezuela, considera la autora, sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.
Por JURATE ROSALES
Por segunda vez en mi vida, me veo testigo de una guerra cuyo sangriento desempeño se debe únicamente a la voluntad de un solo hombre, cegado por sus propios conflictos psicológicos. La primera vez, la viví cuando mi joven existencia fue sacudida en la II Guerra Mundial, que costó la vida de mi padre y nos refugió en Venezuela, después de haber perdido absolutamente todos los bienes y haber sido reducidos a una maleta con los documentos de identificación, algunas fotos de familia y la ropa que llevaba puesta. Ahora veo, por segunda vez en mi vida, esa misma destrucción repetirse en Ucrania. ¿Será que el mundo nunca aprende, o quizás que los psicópatas como lo fueron Hitler y Stalin, y aparentemente lo sigue siendo Putin, se repiten sin que nadie les pueda poner reparo? Dejan miles de personas asesinadas por su culpa y luego, el mismo crimen se vuelve a repetir algunas décadas más tarde, como si el mundo no hubiera aprendido nada.
La situación no era insoluble: dos naciones que hablan dos lenguas tan cercanas que pueden entenderse sin siquiera necesitar de un traductor, como lo son el ruso y el ucranio, se están aniquilando mutuamente. Suena casi increíble. Y todo ocurre nuevamente, por la locura de un nuevo psicópata, quien se cree dueño y señor de vidas y haciendas. Creo que esta vez es hasta peor, porque todo esto vuelve a ocurrir en un continente que se cree civilizado, como lo es Europa.
Confieso que no me lo esperaba dado la cercanía existente entre rusos y ucranios, pero aparentemente no contaba con la locura humana.
Veamos entonces los resultados, hasta ahora, de esta terrible tragedia que ya sacrificó cientos de vidas rusas y ucranianas, además de haber llevado a la huida por sus vidas a casi tres millones de ucranianos, principalmente madres con sus hijos, mientras los hombres empuñaban las armas en defensa de su país. En un discurso por video del presidente ucraniano Volodimir Zelensky ante el parlamento del Canadá, el mandatario denunció sobre todo la matanza perpetrada contra la población civil, declarando que en los pocos días hasta ahora de la contienda, entre las víctimas se contaban 97 niños, sin mencionar a los adultos civiles que eran, aparentemente miles. Del otro lado, donde los rusos son miles de jóvenes reclutas, las víctimas en batalla son miles. Los números varían tanto, que solamente terminada la guerra, podremos tener una visión más precisa de los muertos en cada lado. Hasta ahora, las cifras entre civiles muertos por bombardeos, las de los combatientes caídos en cada lado con enorme diferencia entre cifras de rusos y ucranianos, se sabrán terminada la guerra. Lo que sí ya se sabe, es que el número de víctimas mortales crece a diario, a medida en que el atacante ruso procura avanzar, pese a una enconada defensa ucraniana.
Lo más trágico, a mi juicio, es que la población civil rusa es tan víctima como la de Ucrania, debido a la cercanía étnica y casi lingüística entre ambas, lo que convierte esa guerra en una inmensa masacre entre pueblos de mucha cercanía, que hubieran podido convivir a no ser que un dictador llamado Putin, hubiese decidido someter a todos bajo su mandato.
Personalmente, yo sigo pensando que esta guerra es un enorme error de Putin, quien sigue viviendo y pensando en términos de la fallecida Guerra Fría con ínfulas de revivirla, al mismo precio de vidas humanas que tuvo en el pasado.
Creo que existe en Rusia, sobre todo en los jóvenes, un sincero deseo de una libertad democrática, y que Putin con sus sangrientos errores pronto será el recuerdo de una mortífera pesadilla. Lo que nadie podrá perdonarle, es la enorme cantidad de vidas humanas cercenadas, la destrucción y sufrimientos que su locura – o restos del sistema comunista – habrán ocasionado.
Porque el mal no es solamente en Europa atrapada en este absurdo laberinto. El error es de ver aquel actual sistema del gobierno ruso como una muestra de dictadura continental cuyas miasmas están en muchas partes, incluyendo a Venezuela, en países que no logran – igual que Rusia– regirse por ciudadanos libres. Lo grande en este momento, es que Ucrania lucha no solamente por ella, sino por todas las naciones que precian la libertad y la democracia.
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