*** La carta enviada a Biden por un grupo de la sociedad civil, pidiendo el fin de las sanciones, le hace el juego a Maduro, considera el autor.
Por Francisco Poleo
Si no hay negociación es porque Maduro se levantó de la mesa. Si hay sanciones es porque Maduro ha violado Derechos Humanos. Si hay crisis humanitaria es porque los socios de Maduro han robado más que los cuarenta ladrones.
Entonces, si les gusta tanto el género epistolar, ¿por qué los presuntos líderes cívicos y académicos no envían una carta “pública” a Maduro?
Aparte del uso liberal del término líder -¿quién los designó?-, los de la carta a Biden tienen un océano de explicaciones que dar. Primero, por qué exigen al presidente estadounidense villas y castillas, al punto de hacer ver a la Casa Blanca como responsable de la tragedia venezolana, cuando a Maduro le hablan siempre suavecito. No sé ustedes, pero yo todavía me acuerdo cuando Cussanno, uno de los nuevos «abajo firmantes», le juró «estima y consideración» al autócrata hace poco más de una semana.
A Biden le dicen que lo urgente es resolver la crisis humanitaria, pero como preámbulo a la petición de levantar las sanciones para que hermanitas de la caridad como Chevron puedan mitigar esos males. Si no fueran tan obvios darían lástima. Puesto así, parece que los venezolanos para los que Venezuela no se ha arreglado -es decir, el 95% del país, según cifras de ENCOVI- no tienen cómo vivir gracias a que las petroleras no pueden sacar más petróleo del suelo venezolano. De paso, mienten al decir que el crudo criollo podrá sustituir al ruso. Las cifras, simplemente, no dan.
Paradójicamente, esa burbuja creada en los últimos dos años en Venezuela no sería posible si las sanciones no hubieran encerrado al madurismo en una jaula de oro. Gracias a ese cerrojo, tuvieron que olvidarse de la gran vida en París, Madrid o Nueva York. Ahora, esos dólares conseguidos por los caminos oscuros deben ser gastados en Caracas, Lechería o Los Roques. Dolarizaron, levantaron aranceles y hasta aniquilaron a los malandros que antes protegieron en los principales centros urbanos. Esa limpieza del paso de la reina no sólo permite a la élite roja lavar su dinero sino que beneficia, queriendo o no, a las clases sociales más altas, en su mayoría opositoras.
Sin embargo, ese ligero brote de bienestar es lo máximo que se podrá conseguir bajo el actual sistema. No da para más. Sólo con la reinstitucionalización real, no cosmética, de Venezuela, los grandes capitales entrarán como río en conuco. Y no nos referimos a las petroleras, que hacen enormes inversiones pero acostumbradas operar en contextos de alto riesgo. Para lograr el verdadero renacer se necesitan, como dice la carta de marras, «reformas electorales y políticas», las cuales no llegarán si se le entrega al chavismo la única carta de negociación.
No se puede creer en «acuerdos razonables» con Maduro, como dicen los de la carta, por la vía de los negocios. No le funcionó a Kissinger con China o Rusia. Tampoco servirá con el madurismo. Lo que lograría es alimentar a la bestia para que recupere energías y retorne a su instinto depredador. El premio, el levantamiento de las sanciones, tiene que venir luego de que cumplan.
Sólo en democracia se puede tener la plena libertad para ser candidato, transar bonos o tener un periódico. Cussanno, Rodríguez, Buluco Makriniotis, entre otros, deberían tener esto claro.
Las opiniones publicadas en Zeta son responsabilidad absoluta de su autor.