*** La fe inquebrantable del Madrid debe ser estudiada en Harvard, en Marte o donde sea. El Rey de Europa se metió en la final de la Liga de Campeones de la manera más inverosímil.
Por Luis Camacho
Otra noche mágica en el Bernabéu. En el minuto 90 el Madrid estaba eliminado por el Manchester City. Necesitaba dos goles. Al 90 + 1 ya los tenía. Al 95, en la prórroga, tenía el tercero. La final en París será Real Madrid vs Liverpool. De locos.
Lo impensable se produjo casi en el ocaso del partido gracias a dos goles de Rodrygo en los minutos finales para forzar la prórroga y uno del siempre presente Benzema, que tiene un aroma a Balón de Oro que se percibe en los cuatro rincones del planeta. En el filo de la incertidumbre, como le gusta al Madrid, se fueron por un despeñadero las aspiraciones del Manchester City de Pep Guardiola, el técnico que ha invertido más de mil millones de dólares pero que sigue sin alcanzar nuevamente la final de la Liga de Campeones. Y ya van once años.
La pizarra final del Santiago Bernabéu marcó un 3-1 impensable hasta el minuto 90.
Sobre el césped, la sensación era entre el miedo y el respeto entre ambos clubes, con un Madrid que necesitaba un gol para empatar la eliminatoria, pero nunca dio la sensación de tener prisa por encontrarlo en la primera mitad. Y el City se encontraba cómodo con el balón en sus pies, como buen equipo guardioleano. Un par de trallazos de Mahrez y De Bruyne, ambos cómodos para Courtois, y un remate alto de Benzema fue el escaso bagaje en las primeras escaramuzas del choque. Los blancos no encontraron la brújula sino hasta el final.
El City agarró el balón y desesperó a su rival –y al público– con posesiones larguísimas. No llevaban demasiado peligro los de Guardiola, pero el reloj corría a su favor y un error de Militao casi les da el primer tanto. Sin embargo, el disparo de Gabriel Jesús se fue desviado por poco, como un tímido beso.
El dominio citizen fue a más ante un Real Madrid impotente por momentos. Trataba de salir con Modric lanzando las contras y Vinícius ofreciéndose en la derecha, pero sin acierto. Un disparo de Foden, en cambio, sí creó peligro real, pero es que ahí estaba el mejor portero del mundo, un Courtois que se estiró para lograr que el partido se fuera al descanso con empate. No parecía un mal resultado para ninguno de los dos.
Tras el descanso el Madrid salió a morder como si lo que estaba pasando siempre hubiera sido parte del plan de Carlo Ancelotti. Apenas unos segundos tardó en tener su mejor ocasión en una triangulación que Vinicius, con todo a favor, mandó fuera casi a bocajarro.
La actitud de los de Carletto era ya muy distinta. Mordían arriba y buscaban el gol con entusiasmo –más que con buen juego– animado por el público y por las urgencias del resultado. Pero la sensación era la de que faltaba algo, que Vinicius y Benzema estaban demasiado solos. El brasileño estuvo cerca de tenerla, pero siempre fallaba un control, o había demasiados rivales.
Kroos por Rodrygo fue el cambio del técnico italiano mediada la segunda parte, el habitual cambio que tan buenos resultados había dado en otras ocasiones. Pero la movida tenía sus riesgos, y el menos poblado centro del campo madridista fue aprovechado por Bernardo Silva. Gundogan, recién entrado, le encontró entre líneas, y el luso avanzó sin oposición hasta que encontró a Mahrez, que fusiló sin piedad a Courtois para el 0-1.
Necesitaba el Madrid dos goles para forzar la prórroga. Viendo cómo estaba el patio, la remontada parecía una utopía…de esas que tanto le gustan al Rey de Europa. Asensio y Camavinga entraron al campo por Casemiro y Modric, ya con Ancelotti buscando soluciones a la desesperada. La realidad era dura con el conjunto blanco, incapaz de crear peligro ante un Ederson casi inédito.
No parecía posible el milagro, pero es que el partido se jugaba en el estadio donde pasan las cosas más extrañas, inesperadas y surrealistas. De repente, cuando el City ya pensaba en las maletas a la final en París, un haz de luz merengue. Gol. Centro de Camavinga, Benzema la baja como por arte de magia, cruzándola al segundo palo y Rodrygo, que ya parece el Fenómeno Ronaldo, metió el balón en la red. Enseguida se activó el Bernabéu, los blancos recibieron un corrientazo de energía y los azules sintieron que el miedo les calaba los huesos.
El tiempo reglamentario ya estaba cumplido, sólo quedaba el descuento. Para cualquier equipo, otro gol hubiera sido imposible. No para el titán de las 13 copas de Europa. Se volcaron los blancos, en trance como ya se ha visto en varias ocasiones esta temporada. Y, en pleno acoso, un centro de Carvajal encontró la cabeza de Rodrygo, que de nuevo hizo diana. Nadie se lo podía creer, pero había vuelto a pasar. La eliminatoria se iba a la prórroga.
El estado de trance madridista, ese que ya se vio ante el PSG y ante el Chelsea, se prolongó en la prórroga. Dos buenas llegadas por la derecha ante un City que estaba casi listo y en la segunda, penalti claro sobre Benzema. El galo estos penaltis no los falla, y el Madrid por delante por primera vez en el minuto 95 de la eliminatoria, dejando al City en la lona, sorprendido y desconsolado.
Noventa minuti en el Bernabéu son molto longo.