***Quién lo hizo, cómo actuó y las hipótesis que circulan sobre el atentado a Kirchner.
Por Ángela Betancourt
La noche del jueves, un hombre de 35 años se acercó a centímetros de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner disparando una pistola calibre 380 y el disparo o los dos disparos –podría ser un arma de doble acción– no salieron.
El intento de magnicidio conmovió a toda la sociedad argentina y ocurrió cuando Cristina Fernández estaba llegando a su vivienda y saludaba a los simpatizantes que la esperaban a su regreso, como todos los días.
Al respecto, el presidente Alberto Fernández consideró el hecho como «uno de los más graves desde que recuperamos la democracia» y decretó para este viernes «feriado nacional». El Frente de Todos convoca para marchar a Plaza de Mayo el viernes al mediodía y la Confederación General del Trabajo (CGT), el sindicato más importante del país, evalúa llamar a un paro mientras la gente se congregaba en forma masiva frente a la casa de la vicepresidenta.
Con bochornosas y estridentes excepciones, gran parte del arco político repudió el atentado. La Asociación de Fútbol Argentino (AFA) canceló todos los partidos previstos para este fin de semana. El acto del congreso bonaerense del Partido Justicialista, el partido gobernante, en el que iba a hablar Cristina Fernández, previsto para este sábado en Merlo, también se suspendió.
El agresor, de nombre Sabag Montiel, fue detenido. Según las primeras investigaciones sobre el atentado fallido, lo que habría ocurrido es que el tirador, al que se notaba tembloroso, tiró mal hacia atrás la corredera, la bala no entró en la recámara y eso salvó la vida de la vicepresidenta. La investigación deberá determinar qué motivó el ataque.
Por un lado, Sabag Montiel tiene la residencia en el país desde 1993, su madre es argentina, y un canal de cable exhibió imágenes del sujeto alentando un durísimo discurso contra los planes sociales del Gobierno. Además, en su brazo tiene un tatuaje que, a primera vista, podría ser neonazi. Esto –y sus antecedentes de violencia de género y contra animales domésticos– hacen pensar en un sujeto que intentó matar por el discurso de odio contra Cristina Fernández. Del otro lado, se barajan todo tipo de hipótesis, incluida la sospecha de que alguien le pagó, una de las líneas de investigación apunta a una de las organizaciones de narcos brasileños, que suelen proveer de sicarios en su país y también en Paraguay.
En 2021 Sabag Montiel fue detenido por tenencia de arma impropia (un cuchillo de gran tamaño); tiene denuncias por violencia de género, tres acusaciones por maltrato animal y registra dos o tres domicilios que parecen falsos, uno de ellos en La Paternal. El brasileño fue reducido entre militantes y custodios y está detenido.
La investigación está a cargo de la jueza federal María Eugenia Capuchetti que por la noche del jueves fue a su oficina en Comodoro Py para reunirse con el fiscal Carlos Rivolo o su reemplazante, Eduardo Taiano. La magistrada tiene que reconstruir toda la historia, analizar los teléfonos móviles, los domicilios y la existencia o no de una historia criminal de Sabag Montielen Brasil o en otro país.
Sabag Montiel figura como chofer de servicio de transporte automotor urbano y suburbano, no regular, de pasajeros de oferta libre. Es decir, manejaba una furgoneta combi. Por lo que se vio en un video difundido por el canal CrónicaTV, no parece un desinteresado de la política: apareció dándole instrucciones a una mujer –que presentó como su novia– que hablaba ante las cámaras en contra de los planes sociales. «Fomentan la vagancia», argumentó. También habrá que determinar en qué consiste exactamente el tatuaje que tiene en el antebrazo. Parecería un símbolo neonazi, conocido como «Sol negro», o podría ser un tatuaje tumbero.
A priori, la hipótesis que los investigadores consideran más probable es que se trata de un individuo influido por los discursos políticos de odio. Sus niveles de violencia se notan en las denuncias que tiene contra su pareja y contra mascotas. Pero habrá que esperar el desarrollo de la investigación para saber qué hay verdaderamente detrás.
No se puede descartar la hipótesis de que podría tratarse de un integrante de una banda narco brasileña, que en 2018 lo habría sacado de aquel país porque lo buscaba la Policía. Eso deberá esclarecerlo Interpol. El estilo de los sicarios brasileños es el que se vio en La Recoleta (la residencia de Cristina Fernández): disparan a la cabeza. Se preparan para estar muchos años presos, extorsionados o pagados por la organización. En Brasil actúan las dos bandas más grandes del continente. El Primer Comando Capital (PCC) y el Comando Vermehlo dominan las cárceles, el narcotráfico, el contrabando y ya se extendieron a Paraguay. Hay algunos indicios de su presencia, en especial del PCC, en las cárceles argentinas.
Quienes están cerca del caso hablan, por ahora, de que la primera hipótesis –furia política antiK o antiperonista– encaja más con los antecedentes y datos que hay a primera vista.
La vicepresidenta se convirtió en un blanco relativamente fácil en el marco de la violencia verbal, política y judicial desatada contra ella. Hace diez días, tras el alegato histriónico del fiscal Diego Luciani, grupos de «autoconvocados republicanos» se acercaron a Juncal y Uruguay, con megáfonos, a gritar contra Cristina Fernández desplegando todos los insultos posibles y a pedir que se la encarcele. El odio trepó a niveles inusitados.
De inmediato hubo una fuerte reacción de militantes y simpatizantes que se convocaron espontáneamente frente al domicilio de la expresidenta y coparon la esquina todos los días y todas las noches. Para los especialistas en seguridad, esa movilización también hizo crecer los riesgos por el movimiento permanente de gente en el lugar.
El momento más álgido fue el sábado, cuando el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de forma insólita, intentó bloquear el apoyo a Cristina Fernández colocando vallas. Eso despertó la indignación de quienes estaban allí y desató una represión feroz, con camiones cisterna, policías cargando contra los manifestantes y con uniformados y personas de civil filmando y fotografiando a los que respaldaban a Cristina.
Las cosas se tranquilizaron cuando la vicepresidenta salió a un improvisado escenario y le dirigió unas palabras a la gente. También eso la convirtió en un blanco móvil, por ejemplo, para alguien que quisiera dispararle desde un balcón.
Las polémicas con el Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta derivaron en que el ministro del Interior, Aníbal Fernández, ordenara que se amplíe la custodia de Cristina Fernández, algo que reafirmó horas más tarde el fallo del juez Roberto Gallardo. Pero lo cierto es que las salidas y las entradas de Cristina a su domicilio se convirtieron en momentos muy críticos desde el punto de vista de su seguridad personal, porque ella se acercaba mucho a todos los que la querían saludar. Cristina Fernández, como antes su marido Néstor Kirchner, siempre fue incontrolable para las custodias y parece evidente que una segunda línea de guardaespaldas debió estar más en guardia, porque el individuo estuvo a centímetros de la cabeza de la vicepresidenta y se produjo el milagro de que no cargó bien el arma.
Ningún mandatario o exmandatario, desde el regreso de la democracia, estuvo tan cerca de ser víctima de un magnicidio y todo indica que lo ocurrido es producto del clima de persecución imperante en el país. El ambiente de violencia verbal creó el caldo de cultivo del disparó que, por fortuna, no terminó en una tragedia.