El repliegue ruso del tercio norte de la región sureña era un secreto a voces, ya que hacía días que se hablaba de que la bandera rusa ya no ondeaba en los edificios administrativos de su capital.
Por José Piñeiro
Rusia anunció su retirada de la ciudad ucraniana de Jersón, la única capital regional bajo su control en todo el país, así como el repliegue del tercio norte de esa provincia, lo que constituye un duro revés para el dictador ruso, Vladímir Putin, que se anexionó ese territorio hace poco más de un mes.
«Proceda a la retirada de las fuerzas y adopte todas las medidas necesarias para garantizar el traslado seguro de las tropas, del armamento y de los equipos al otro lado del río Dniéper», ordenó el ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigú, al jefe de la agrupación de fuerzas rusas que combaten en Ucrania, general Serguéi Surovikin.
El repliegue ruso del tercio norte de la región sureña era un secreto a voces, ya que hacía días que se hablaba de que la bandera rusa ya no ondeaba en los edificios administrativos de su capital y semanas desde que las autoridades prorrusas habían procedido a la evacuación de la población civil a la orilla izquierda del Dniéper.
La retirada rusa supone una gran victoria para Ucrania, ya que ahora podrá liberar nuevos territorios en el sur del país limítrofe con la península de Crimea antes de la llegada del crudo invierno, cuando se espera que las bajas temperaturas dificulten los avances.
En principio, las tropas rusas abandonarían unos 3.800 kilómetros cuadrados, que habría que sumar a los casi 3.000 kilómetros cuadrados que los ucranianos ya controlan en Jersón, un 10 % de la superficie de toda la provincia.
Shoigú, que estaba acompañado de la plana mayor del Ejército ruso, aprobó el repliegue después de que Surovikin admitiera en su informe que la defensa de la ciudad y sus aledaños en la orilla derecha del Dniéper es «inviable».
«Tras valorar la situación creada, proponemos trasladar la defensa a la orilla izquierda del río Dniéper. Entiendo que no es una decisión fácil», dijo el general con rostro serio mostrando un mapa de operaciones.
Subrayó que en las condiciones actuales tampoco es posible abastecer al contingente militar ruso desplegado en la zona, ya que un posible ataque ucraniano con misiles contra el embalse de Nueva Kajovka inundaría gran parte del territorio de Jersón.
«Surge una nueva amenaza para la población civil y el completo aislamiento de nuestras fuerzas en la orilla derecha del Dniéper», explicó el general.
Intentó justificar el repliegue con el argumento de que parte de dichas unidades podrán ser utilizadas en ofensivas en otras partes del frente.
Surovikin, que asumió a principios de octubre el mando de todas las tropas rusas en Ucrania, acusó al Ejército enemigo de bombardear objetivos civiles, desde escuelas a hospitales.
Destacó que unos 9.500 soldados ucranianos han resultado muertos o heridos desde agosto en Jersón, fecha en la que las Fuerzas Armadas de Ucrania iniciaron su contraofensiva.
Estimó en más de 115.000 los habitantes de Jersón que han sido evacuados desde la zonas de combate a la margen izquierda de la región.
«Para nosotros la vida y salud de los soldados rusos siempre ha sido una prioridad. También debemos tener en cuenta la amenaza para la población civil. Asegúrese de que todos los que lo deseen entre la población civil puedan marcharse», destacó Shoigú.
Putin nombró a Surovikin hace un mes con el fin de frenar la sangría de territorios en el sur y este de Ucrania desde finales de agosto, cuando la contraofensiva ucraniana empezó a dar sus frutos.
En cambio, ni la llegada de 50.000 movilizados y voluntarios al frente ha contrarrestado la escasez de hombres.