Díaz-Canel se paseó por Rusia, Turquía y China con el fin de solicitar apoyo financiero para atender los múltiples problemas que atraviesa Cuba.
Por José Piñeiro
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, inició el pasado miércoles 16 de noviembre una gira internacional para «afianzar los vínculos económicos y políticos» con algunos de sus más estrechos colaboradores.
Sin embargo, el viaje que, por inusual y por los países que se incluyen en la ruta –Argelia, Rusia, Turquía y China-, se ha interpretado como un acto de desesperación ante la delicada situación económica a la que se enfrenta la isla caribeña.
Tras estrechar la mano del dictador ruso, Vladímir Putin, inaugurar una estatua de Fidel Castro en Moscú y convertirse en el primer presidente cubano en visitar Estambul en 27 años, Díaz-Canel aterrizó el jueves en Pekín. Aunque todavía no se ha hecho oficial la agenda, su intención es reunirse con Xi Jinping y pedirle apoyo financiero.
En los últimos años, el gradual deterioro de la economía que ha marcado las seis décadas de dictadura se ha exacerbado. En parte, por las duras sanciones impuestas por Estados Unidos durante la Administración Trump, pero también la pandemia, la inflación y una altísima deuda pública han arrastrado al país al borde del colapso.
Actualmente, hay escasez de alimentos en todo el territorio y, a diario, los habitantes de la capital, La Habana, se enfrentan a cortes de luz y de agua potable desde hace meses. De hecho, esta semana la isla ha comenzado la semana con apagones por un déficit energético que roza el 30%, según anunció la empresa estatal Unión Eléctrica (UNE).
Así, Díaz-Canel mira el viaje con optimismo. Entre otras cosas porque, en un momento de gran tensión internacional, sus anfitriones podrían ver en el apoyo a Cuba una ventana de oportunidad para perjudicar a Estados Unidos.
La primera parada fue Argelia, donde el presidente Abdelmajid Tebboune prometió reprogramar la deuda que Cuba tiene con el país, exportar petróleo y gas, y donar una planta de energía fotovoltaica. Su visita a Putin tuvo más o menos el mismo objetivo, si bien en febrero el Kremlin ya aprobó una prórroga hasta 2027 de la devolución de créditos de exportación por un valor de 2.300 millones de dólares que le prestó a La Habana entre 2006 y 2019.
Por esa razón su encuentro se centró en ensalzar las buenas relaciones y en señalar con dedo acusador a Estados Unidos. «Tanto Rusia como Cuba están sometidas a sanciones que proceden y tienen su origen en el mismo enemigo, el imperio yanqui, que ha manipulado también a una parte importante del mundo», aseguró Díaz-Canel en el Kremlin.
De su paso por Ankara el miércoles consiguió que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se propusiera incrementar el comercio bilateral hasta los 200 millones de dólares anuales. «Ahora está debajo de su potencial debido sin duda a las sanciones unilaterales impuestas a Cuba», señaló Erdogan en referencia al embargo de EEUU en la rueda de prensa posterior a la reunión.
Son esas sanciones que el líder cubano ha tildado de «injustas», «unilaterales» y «arbitrarias» de Estados Unidos las que también le unen con China. Un país que ha apoyado tradicionalmente a Cuba en los diferentes foros internacionales y en los que ha pedido el levantamiento del embargo estadounidense.
Las relaciones entre ambos países se remontan a 1960, cuando la isla caribeña se convirtió en el primer país latinoamericano en establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China, que se había creado en 1949. Desde entonces han cooperado en distintos ámbitos. Así, cabría esperar que tras la reunión, el líder chino, Xi Jinping, acceda a reestructurar e incluso a perdonar la deuda del país que gobierna Díaz-Canel y ofrecer asistencia técnica para infraestructuras