El autor considera que la lucha por un cambio efectivo no debe ser de tipo convencional, sino entendiendo las características de la hegemonía que se busca superar.
Por Fernando Luis Egaña
El principio de un cambio para bien en Venezuela, se encuentra en la ordenación del poder, para así iniciar un proceso hacia la democracia. Si ello no ocurre, todo lo demás se vuelve inútil y frustrante, porque la superación de la hegemonía despótica y depredadora es el requisito esencial para que sean posibles cambios políticos, económicos y sociales que impulsen el futuro del país.
Las iniciativas de promover cambios incrementales en tal o cual área de la vida nacional, pero manteniendo al poder establecido, no llegarán muy lejos. El corazón del cambio está en el centro, no en las periferias. Por lo menos en el caso de la devastación venezolana.
La hegemonía hace lo que le da la gana. No puede haber, en esas condiciones, ni república, ni estado de derecho, ni instituciones democráticas, ni aseguramiento de los derechos humanos. Frente a semejante realidad, los pañitos calientes sólo favorecen el continuismo.
El decorado de seudo-democracia que la hegemonía ha montado con habilidad propia y complicidad ajena, le sirve para tratar de proyectar una imagen de «normalizacion». Pero la situación de catástrofe humanitaria se sigue agravando, aunque no se quiera hablar del asunto con la fuerza y la urgencia que amerita.
La lucha por un cambio efectivo no debe ser de tipo convencional, sino entendiendo las características de la hegemonía que se busca superar. La Constitución formalmente vigente lo consagra y lo exige. Tenemos que poner los pies sobre la tierra para que la esperanza renazca entre los venezolanos.
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