La España vaciada

La España vaciada: el correo y el bar «es lo último que se pierde»

La despoblación en zonas rurales de España es un problema complejo y difícil de revertir que afecta a la mayoría de localidades del país, aunque algunos todavía mantienen la esperanza.

Publicado en dw.com

«Mis padres fueron los dos últimos habitantes de una aldea como la de ‘As bestas’, así que se lo quiero dedicar a ellos y a la España vaciada». Con estas palabras recogió Alberto del Campo el premio al Mejor Montaje en la última entrega de los Premios Goya. Fue la primera de las nueve estatuillas que obtuvo la película, ambientada en la Galicia rural. Pero, ¿qué es eso de la ‘España vaciada’?

Según datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), ocho de cada diez municipios de menos de mil habitantes en España perdieron población en la última década, así como una gran cantidad de ciudades pequeñas, e incluso 29 de las cincuenta capitales de provincia. «El problema no son los últimos diez años, es que llevamos perdiendo población desde el éxodo rural de los sesenta», explica en entrevista con DW Milagros Alario Trigueros, profesora de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Valladolid y coautora del libro “Una mirada geográfica a la España rural”.

 La despoblación supone también la pérdida paulatina de servicios públicos y tejido productivo. En muchas zonas de la Galicia rural que refleja la película ‘As bestas’ ni siquiera hay servicio postal desde hace quince años. «Correos es lo último que se pierde, prácticamente», resume gráficamente Alario, «pero previamente se ha perdido todo el comercio de proximidad, que en algunos sitios atiende con reparto a domicilio, se han perdido los cajeros automáticos, los servicios bancarios, se ha perdido el bar, que es otro de los últimos servicios que se pierde… Y cuando se ha perdido todo eso, ya no quedan atractivos para la población».

Poblaciones sin población

Es difícil encontrar municipios que hayan conseguido frenar la despoblación, aunque los hay, y la pandemia y el confinamiento no han provocado, ese generalizado regreso de la ciudad al campo. Tampoco hace falta irse muy lejos para encontrar pueblos despoblados. A escasos cuarenta kilómetros del centro de Madrid llegamos a Fresno de Torote, una aldea prácticamente abandonada en la que vive un único habitante, Israel, un colombiano que llegó aquí hace dieciséis años y ejerce como guardés del pueblo, de origen medieval, pero en manos, en su totalidad, de un único propietario. «Hay varias poblaciones en la provincia de Madrid con un único habitante, sobre todo en la sierra», cuenta Milagros Alario.

La experta en Geografía Rural explica que el problema de la despoblación se da en un contexto de crecimiento sostenido de la población total del país, impulsado, más que por el crecimiento vegetativo, por la inmigración. ¿Podría ser esa la solución? Difícilmente. «La gente va, pero si no tiene ningún tipo de arraigo con ese territorio, están un tiempo y se vuelven a marchar», constata. «Por ejemplo, los inmigrantes de América Latina, aunque sea una generalización excesiva, son más bien urbanos», afirma, en comparación con los de Europa del Este o el norte de África. «Pero la población inmigrante se comporta igual que la española: va allí adonde encuentra mejores condiciones de vida», resume.

Soluciones puntuales a problemas globales

Está habiendo muchos intentos por revertir la situación, como pueblos que ofrecen desde alojamiento gratis hasta la gestión del bar. Bastante originales, en algunos casos, aunque sin llegar a las cotas surrealistas alcanzadas en Italia. «Aquí en Valladolid tenemos un pueblo, que es Urueña, convertida en la villa del libro», cita Alario. «Hoy es un pueblo turístico impresionante, pero, desde el punto de vista demográfico, sigue sin crecer». Es un caso que recuerda al de Bad Münstereifel, en Alemania, una pequeña ciudad medieval amurallada reconvertida hace unos años en un centro comercial con tiendas outlet de conocidas marcas de ropa.

«Lo que pasa es que esos son ejemplos muy singulares que son llamativos desde el punto de vista periodístico, pero que no pueden ser modelos extensibles a otros lugares», lamenta Alario, para quien sirven al menos «de ejemplo de que se pueden encontrar soluciones». «Cada territorio tiene sus potencialidades, y la vía de salida es encontrar ese potencial en cada uno de ellos e irse adaptando», afirma.

«Conozco el caso de Alemania, pero allí, aunque hay contrastes, se mantienen densidades de población elevadas en los espacios rurales», compara. «En España estamos hablando de grandes grandes espacios donde la densidad está por debajo de 10 habitantes por km², prácticamente la de un desierto demográfico», afirma. En otros países de Europa, aparte del generalizado envejecimiento poblacional, existen también problemas puntuales de despoblación, concede. «Aquí la cuestión es que se ha pasado ya un umbral crítico muy difícil de revertir», concluye.

Un ministerio para el reto demográfico

Más optimista se muestra Juana López Pagán, directora general de Políticas contra la Despoblación. «Optimista, pero desde el realismo», matiza. «En una posición de gobierno no te puedes permitir ni un segundo de resignación», afirma en entrevista con DW. Desde el antes citado Ministerio de Reto Demográfico, creado en 2018 y en el que lleva dos años, ha trabajado para mejorar el diagnóstico de la situación en cada lugar y ha diseñado políticas para avanzar en la «igualdad de oportunidades entre la ciudadanía que vive en el ámbito urbano y en el ámbito rural» y cambiar «un modelo de desarrollo económico no solo insostenible, sino también injusto» por otro «sistema policéntrico que apueste por las ciudades intermedias».

Y nos adelanta que los datos de los mapas de la despoblación elaborados por el Ministerio, de donde extrajimos el de que ocho de cada diez municipios perdieron población, «los vamos a cambiar en breve, porque nosotros en dos años hemos hecho muchas cosas». El proyecto más ambicioso es un plan que implica a todos los otros ministerios y contempla 130 medidas, de entre las que López Pagán destaca las que apuntan a la mejora de la conectividad, de la movilidad y del acceso a la vivienda. También la creación de Centros de Innovación Rural y el proyecto Campus Rural, que lleva a estudiantes en prácticas a esas regiones. «No es el programa de los 13.000 millones de euros de presupuesto del Plan 130, pero sí que puede crear conciencia», valora.

«Es la primera vez que hay una política pública contra la despoblación a nivel nacional», recalca. Quizá también en toda Europa. «Ahora que estoy con los temas de la presidencia española de la Unión Europea, somos el único gobierno que tiene un Ministerio de Reto Demográfico como tal… Claro que hay ministerios en otros países que tienen competencias, pero ahora mismo mis interlocutores de otros estados miembros nos miran con mucho interés», afirma. «La presidencia es una oportunidad para marcar un antes y un después en las políticas de cohesión en la Unión Europea», confía.