Guaidó: Efecto colateral de Operación El Aissami

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«La razzia madurista, la gran purga contra El Aissami comandada por Jorge Rodríguez, tiene un efecto colateral: Juan Guaidó», considera el autor.

Por Francisco Poleo

La razzia madurista, la gran purga contra El Aissami comandada por Jorge Rodríguez, tiene un efecto colateral: Juan Guaidó.

Maduro dio luz verde a la operación comando que se cargó al todopoderoso Tareck porque le beneficia políticamente. El gocho sirio terminará siendo el cabeza de turco de la negociación que está a punto de recibir, el próximo 25 de abril en Bogotá, lo que se espera sea el impulso definitivo. De paso, hablamos del jefe de la única facción del régimen que no entraba en el carril propuesto por el maduro-rodriguizmo: la regularización de la vida política en Venezuela para que los capitales psuvistas puedan disfrutar de lo pillado en un esquema de tintes peronistas.

Como sabemos, El Aissami lleva más de un ciclo electoral queriendo ser el inquilino de Miraflores.

Pero, ¿qué pinta Guaidó en todo esto? La Operación El Aissami, disfrazada mediáticamente como «Cripto-PDVSA», marca la primera vez que el chavo-madurismo acepta ante la luz pública que la corrupción juega garrote en sus filas. Hablamos de más de veinte mil millones de dólares, desfalco no denunciado por la oposición sino por el propio oficialismo. No es sólo que el aissamismo se voló esos reales en el mundo turbio de las criptomonedas y esos cobres ya no servirán para la campaña, sino que además han golpeado duro en la base del PSUV, la que pasa penurias, la de los maestros y empleados públicos a los cuales se les dice que supuestamente no se les puede aumentar el sueldo por las sanciones.

Visualizar las dimensiones de más de veinte mil millones de dólares puede no ser fácil, pero las imágenes de la vida de lujos de los potentados caídos en desgracia hablan por sí solas.

Ahí es donde entra Guaidó. El gobierno tiene años con la cantaleta de que el candidato de Voluntad Popular se enriqueció a costas del gobierno interino, tratando de igualar lo sucedido en Monómeros -injustificable, pero ese es otro tema- con el saqueo de los últimos veinte años. Entonces, se pregunta Carlos, activista del PSUV, ¿por qué Guaidó no va preso? Porque, Carlos, el gobierno no tiene pruebas para justificar su detención. No ante ti, ni ante mí, que eso no les importa, sino ante Estados Unidos. El Estados Unidos que necesitan para regularizar la vida política en Venezuela, no por ti ni por mí, sino por ellos mismos, para disfrutar tranquilamente de lo que hasta ayer disfrutó El Aissami.

¿Contradictorio, no? Bueno, Carlos, en política las mejores cosas suelen pasar por las peores razones.

Es así que a manos de Maduro llegó la orden de captura contra Guaidó. Se la llevaron en un sobrecito los radicales del PSUV. Ahora Maduro tiene esa papa caliente en las manos: si lo mete preso, echa por la borda los esfuerzos para arreglar su situación política. Si no lo hace, alebresta aún más a su base. Lo mejor que le puede pasar a Maduro es que se olvide el tema, pero el propio Guaidó no deja que eso ocurra, porque le da presencia mediática en una campaña opositora que es a cuchillo. En serio, a cuchillo y a mordiscos. Pareciera que se detestaran más a ellos mismos que al PSUV.

El resto de los candidatos están al tanto de la estrategia guaidosista, y de ahí el tibio respaldo, que sí sería total si el exinterino termina en el Sebin. Ahí ya pasaríamos del escenario peronista al orteguista, y terminarían todos encarcelados o montados en un avión.

¿Una belleza la política, no? Y eso que lo único peor que prestarle atención es no prestarle atención.

Las opiniones publicadas en El Nuevo País son responsabilidad absoluta de su autor.

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