La desunión de la oposición la va volviendo una apestada a ojos de la comunidad internacional, considera Francisco Poleo.
Por Francisco Poleo
“Hablamos después de las primarias”.
Esa es la primera respuesta cuando se intenta alguna gestión a favor de la oposición en el mundo político de Estados Unidos. Más o menos ocurre lo mismo en Bogotá y en Madrid.
La que le cayó al canciller español tras recibir a Ecarri y a Timoteo es un ejemplo perfecto de lo tóxica que se ha vuelto la política venezolana.
De hecho, el frío, o ambiguo, recibimiento a Guaidó es otra prueba de cómo están las cosas. Pero que no tiren cohetes Capriles o María Corina por esto. Si esto le pasa al ex interino, que guarda prestigio a nivel internacional, a los demás aún más. De hecho, el único que se puede comer su dulce de lechoza tras enterarse de los portazos es Jorge Rodríguez. La operación división está saliendo espectacular.
La foto que antes todo el mundo mataba por sacarse ahora es una raya. Se esconden. Así es la política en Caracas, en Miami, en Washington y en la conchinchina: el pescueceo es bueno mientras sume votos, independientemente de si la causa es justa o no.
Sirva de lección a los enanos mentales que vierten su veneno para desunir.
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