El autor revela que Una red clandestina conocida como la «Flota Sombría» se ha convertido en un factor importante para socavar las sanciones internacionales en Venezuela y consta de más de 300 buques.
Por Alfredo Michelena
Las sanciones internacionales, impuestas para presionar al gobierno venezolano, no han dado los resultados deseados. Si bien inicialmente se dirigió al régimen gobernante y, en efecto, maniató a la cúpula en el poder, ella dirigió sus acciones ilícitas hacia otras áreas. Empero, el impacto lo sintieron principalmente los ciudadanos comunes, lo que exacerbó la crisis humanitaria sin afectar significativamente el control del poder por parte del gobierno. El fracaso radica en la resiliencia, adaptabilidad y capacidad del régimen para aprovechar las lagunas en su beneficio y la incapacidad de la comunidad internacional para imponer mecanismos de seguimiento y control, para que el régimen no pudiera evadir el supuesto cerco internacional
Una red clandestina conocida como la «Flota Sombría» se ha convertido en un factor importante para socavar las sanciones internacionales en Venezuela. La flota sombría consta de más de 300 buques, al menos 80 de los cuales son superpetroleros, que transportan clandestinamente crudo a Irán y Venezuela. La flota surgió debido al aumento de las sanciones a esos países destinadas a impedirles exportar petróleo. Estos barcos están involucrados en actividades ilícitas, incluido el contrabando, el lavado de dinero y elusión de sanciones mediante el transporte de mercancías de contrabando. Y operan fuera del radar de las autoridades internacionales, lo que agrava los desafíos que enfrentan para hacer cumplir las sanciones de manera efectiva.
Las tácticas que emplea la «Flota Sombría» para evadir las sanciones y garantizar el flujo continuo de recursos, incluyen: transferencias de barco a barco, falsificación de manifiestos de carga, uso de banderas falsas y explotación de lagunas legales. Estas actividades nefastas permiten al gobierno venezolano mantener un sustento de suministros e ingresos, evitando el impacto previsto de las sanciones.
Claro que hay complicidad de actores internacionales y por supuesto, la prevalencia de la corrupción es clave en el fracaso de las sanciones internacionales en Venezuela. Algunos países han hecho la vista gorda ante las actividades ilícitas de la «Flota Sombría», permitiéndole operar con relativa impunidad. La corrupción dentro de las instituciones venezolanas facilita aún más el flujo de contrabando y socava los esfuerzos para combatir la crisis.
Si quiere que las sanciones funcionen, es necesario un compromiso de la comunidad internacional, reforzar la cooperación internacional, fomentar el intercambio de inteligencia y asegurar medidas mejoradas de seguridad marítima. Habría que fortalecer los esfuerzos multilaterales para combatir las actividades ilícitas, promover la transparencia y abordar la corrupción dentro de Venezuela y los varios países, si se quiere, frenar la influencia de la «Flota Sombría»..
La mayoría de los analistas, con mucha razón, apuntan a que el fracaso de las sanciones se mide en el aumento de la crisis humanitaria y la estampida migratoria, que ya va por 7.5 millones de venezolanos. Pero olvidan el tema de la falta de compromiso internacional que ha producido la expansión de la «Flota Sombría». Quizás lo hacen para no develar los extraños compromisos de algunos gobiernos que dicen apoyar las sanciones.
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