Por Francisco Poleo
Aparte de una evidente demostración de poder, ¿qué hay detrás de la “renuncia” de los rectores del CNE? El cambio es unilateral, no parte de una negociación…con la oposición.
Hace rato que Jorge Rodríguez tomó la sartén por el mango y negocia directamente con el dueño del circo. Al fin y al cabo, no es como dice Andrés Caleca, que llegando él a la presidencia se acaban las sanciones. Ni llegando él ni llegando ningún otro. Se acaban cuando lo decida el presidente de Estados Unidos, y son las sanciones lo único que mantienen a la dictadura en la mesa de negociación.
Con este panorama como contexto, J-Rod, quien sólo usa el traje de bravucón irracional para animar a las galleras del PSUV y asustar a las gallinas de la oposición, no va a hacer nada que dinamite las posibilidades de que Washington los deje en paz.
Sí es cierto, sin embargo, que el actual presidente del CNE, Pedro Calzadilla, no es tan tragaclavos como ellos quisieran. Además, si no les ponen un para’o, terminarán dinamitando a los rectores Roberto Picón y Enrique Márquez para darle un rector a la oposición alacrana. El CNE, entonces, quedaría realmente 4 a 1. El rector alacrán sería ficha de Timoteo Zambrano, indican fuentes conocedoras de lo que se conversa en la AN rojita.
Por supuesto, una cosa son las intenciones del régimen y otra cosa es hasta dónde lo dejen llegar, pero es la respuesta rojita a la primaria, la mejor carta opositora para retomar la iniciativa política. El PSUV intentará dinamitarla y esto del CNE les sirve como excusa perfecta.
Arrinconada, a la oposición no le quedaría otra que elegir al candidato por consenso, perdiendo el enorme capital movilizador de la primaria.
Esto choca, sin embargo, con lo que exige la Casa Blanca para levantar sanciones: calendario electoral, cero inhabilitaciones, excarcelar a presos políticos, actualización del registro electoral, elecciones internas en partidos judicializados, observación internacional calificada.
En el mundo ideal, J-Rod cumpliría con esto, a pesar de las presiones internas de quienes no ven asegurado su futuro en un acuerdo con Occidente. En un mundo ideal, la oposición se mostraría absolutamente unificada en defensa de un CNE potable y la primaria, con el consecuente respaldo de Estados Unidos.