«Barbie» transmite un mensaje feminista adornado con todos los accesorios adecuados

Por Brian Lowry – Publicado en cnnespanol.cnn.com

 «Barbie» ha tenido un tremendo impulso, con una inventiva y una energía que la película tal vez inevitablemente no pueda mantener. En medio de todo el bombo y platillo que ha convertido su estreno en una ocasión cada vez menos frecuente para ir al cine, la película de la directora Greta Gerwig demuestra ser un intento admirablemente ambicioso de reflexionar sobre el lugar que Barbie ocupa en el siglo XXI, menos de lo que podría ser, pero bastante cerca de lo que debería ser.
Gerwig (que comparte el guion con su socio, Noah Baumbach) reúne a todos los accesorios adecuados, empezando por Margot Robbie y Ryan Gosling, en una película cuya colorida Barbie Land está repleta de detalles (la mayoría de ellos rosas) que probablemente requerirán que veas la película una segunda ocasión.

Sin embargo, el pariente más cercano sería probablemente «The Lego Movie», que de manera similar tomó un juguete familiar y construyó una especie de crisis existencial a su alrededor. Aunque «Barbie» es una película de live action, tiene una calidad caricaturesca intermitente y algunos elementos torpes (entre ellos, la interpretación exagerada de Will Ferrell como CEO de Mattel, un nexo común entre las dos películas) que lastran, o al menos diluyen, los más ingeniosos.

Los momentos más astutos llegan al principio, con una narración de Helen Mirren y un homenaje a «2001: A Space Odyssey». Pero después de presentar Barbie Land, ocupada por varias versiones de Barbie y Ken, que viven en una felicidad anatómicamente castrada, la película comienza cuando la Barbie estereotipada de Robbie (no confundir con las variaciones más específicas) empieza a tener pensamientos extraños, que casi literalmente la sacuden hasta sus cimientos.

Al mismo tiempo, el Ken de Gosling se debate entre su relevancia y el hecho de ser poco más que un apéndice de Barbie, alguien que no existiría sin un ampersand (&)el signo usado en inglés que significa «y».

El despertar de Barbie provoca una huida al mundo real y diferentes epifanías tanto para ella como para Ken en lo que respecta a su contraste con el reino idealizado y centrado en la mujer en el que viven.

Cuantos menos detalles se conozcan, mejor, pero la búsqueda de respuestas lleva a Barbie a Mattel, donde se encuentra con una empleada humana (America Ferrera) y su hija adolescente («65’s» Ariana Greenblatt), esta última ha superado su fase Barbie, lo que enlaza con el mensaje abiertamente feminista de la película y el deseo de situar a Barbie en un contexto sociológico más amplio.

La yuxtaposición de estos elementos más reflexivos con el vértigo que se respira en otras partes, alternando entre lo serio y lo tonto, entre el arte y lo comercial, no siempre encaja o resulta tan fresca como podría.

Por otra parte, el giro que «Toy Story» dio a Barbie y Ken puso el listón muy alto en lo que respecta a la sátira de la popular muñeca, y hay que reconocerle a Gerwig (nominada al Oscar por su ópera prima, «Lady Bird») el mérito de tomar algo que podría haber sido fácilmente bidimensional y esforzarse por hacer que signifique algo, más allá de los números musicales y los comentarios en las redes sociales sobre cómo Gosling consiguió esos abdominales.

El reparto en general también es impresionante, aunque relativamente pocas de las Barbies y Kens tienen mucho que hacer, con Simu Liu (de «Shang-Chi», de Marvel) como una de las excepciones más notables como una especie de rival de Ken.

En el lado positivo, Gerwig y Baumbach salpican el guión con referencias inteligentes a la cultura pop (incluida una sobre la «Liga de la Justicia» y sus fans), y la película dura enérgicamente menos de dos horas, de por sí una ventaja con las últimas «Mission: Impossible» y «Oppenheimer», que duran 163 y 180 minutos, respectivamente.

El trasfondo político de «Barbie» suscitará debates, sin duda, en parte, francamente, como otra vía para que los medios de comunicación aprovechen el abundante calor mediático que la rodea. Dicho esto, es probable que gran parte del público se sienta inclinado a apoyar una película (y acentuar así lo positivo) que muchos ansiaban ver.

El hecho de que la campaña de marketing de «Barbie» haya cobrado vida propia de forma orgánica es un signo de los tiempos que corren, en los que todo lo que merece la pena a menudo parece exagerado. Aun así, bajo todo ese bombo y platillo se esconde una película agradable, sobre todo para los receptivos a desenvolver los temas del mundo real bien empaquetados mientras ven a «Barbie» presumir de sus cosas.

«Barbie» se estrena el 21 de julio en los cines de Estados Unidos. Está clasificada PG-13. (La película es de Warner Bros., que al igual que CNN, es una unidad de Warner Bros. Discovery).