Rusia finaliza su participación en el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, y la OTAN anuncia la suspensión del pacto.
En un giro que recalca la profundización de las tensiones entre Rusia y la OTAN, la Alianza ha decidido suspender el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE) tras la retirada rusa de este acuerdo. La OTAN ha calificado de «insostenible» la situación donde los Estados Aliados cumplen con el Tratado mientras que Rusia no lo hace, condenando la guerra de agresión rusa contra Ucrania y respaldando plenamente la suspensión.
El Tratado FACE, un pilar de la seguridad que surgió en el clímax de la Guerra Fría en 1990, establecía límites verificables a la estructura de las fuerzas en Europa, impidiendo la acumulación de tropas en las fronteras y contribuyendo a la destrucción de un vasto arsenal militar. Sin embargo, la acogida de Moscú fue tibia desde el principio, y en 2007, Rusia suspendió su participación en el acuerdo, anunciando su intención de retirarse por completo en 2015.
La separación definitiva de Rusia del FACE se materializó con un decreto firmado por Vladimir Putin, culminando el 7 de noviembre, cuando Rusia concluyó el procedimiento de abandono del Tratado, que desde entonces, según sus palabras, «quedó definitivamente en la historia» para el país.
Desde Moscú, se acusa a Estados Unidos y sus aliados de adoptar una «posición destructiva» y de contribuir a la ruptura del Tratado con su postura en el conflicto ucraniano que comenzó en febrero de 2022. En respuesta, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, enfatizó que la suspensión de las obligaciones del Tratado por parte de la OTAN fortalecerá la capacidad de disuasión y defensa de la Alianza.
El Departamento de Estado de EE.UU. ya había expresado en 2020 su descontento con la actitud de Rusia, condenando lo que describió como una «erosión grave» de la verificabilidad y transparencia del Tratado, que durante más de dos décadas había sido un elemento central en la seguridad europea y en la relación cooperativa entre la OTAN y Rusia. Con esta última decisión, se cierra un capítulo crucial en la historia de la seguridad europea y se marca un nuevo punto de inflexión en las ya tensas relaciones entre la OTAN y Rusia.