Manifestantes salvadoreños acusan al Gobierno de ocultar violaciones de derechos humanos tras el brillo del concurso de belleza internacional.
Mientras El Salvador se vistió de gala para celebrar la final de Miss Universo, las calles cercanas al evento se llenaron de voces que clamaban justicia.
Más de 300 manifestantes alzaron su voz este sábado contra un telón de fondo menos glamuroso: las detenciones arbitrarias y muertes de «inocentes» bajo el régimen de excepción impuesto por el presidente Nayib Bukele.
«Corona manchada» fue el eslogan que resonó entre los asistentes, quienes se desplazaron más de 3 kilómetros hacia el hotel de las concursantes, solo para encontrarse con un muro de agentes antimotines y vehículos artillados que les negaban el paso. Esa imagen, potente y simbólica, refleja el contraste entre la imagen que el país proyecta al mundo y la realidad que enfrentan sus ciudadanos.
Erica Deleón, sindicalista y participante en la protesta, señaló que el esplendor del Miss Universo no hace más que «maquillar» una realidad marcada por la violencia y el miedo. Los carteles mostraban los rostros y nombres de los detenidos, y las consignas, «vivos se los llevaron, vivos los queremos», destapaban la angustia de un pueblo que busca respuestas.
Luis Parada, candidato presidencial del opositor Nuestro Tiempo, no dudó en trazar paralelos con el Miss Universo de 1975, celebrado también en tiempos de dictadura militar, como una forma de ocultar las grietas sociales y políticas al resto del mundo.
La historia de Deysi Alfaro, quien protestaba por la detención y posterior muerte de su tío en custodia del Estado, es solo un ejemplo de las muchas tragedias personales que han marcado a las familias salvadoreñas durante el régimen de excepción. Un régimen que, según cifras oficiales, ha resultado en más de 73.800 detenciones.
Mientras el gobierno de Bukele insiste en que todos los detenidos son pandilleros o colaboradores, las organizaciones sociales pintan un cuadro diferente, con más de 5.000 «víctimas directas» de atropellos, principalmente por detenciones arbitrarias.
Este escenario plantea un dilema ético y político en el umbral de las elecciones de 2024, donde Bukele buscará la reelección. Mientras tanto, las protestas del sábado reflejan una sociedad dividida y un llamado a la comunidad internacional a mirar más allá del brillo de las coronas y prestar atención a las voces que piden ser escuchadas.