Rusia intensifica su campaña contra el sistema energético ucraniano con drones kamikaze iraníes, dejando a su paso daños aún por evaluar.
En una escalada de la ya prolongada guerra en Ucrania, Rusia ha lanzado un nuevo ataque en la madrugada del miércoles, apuntando esta vez a las infraestructuras energéticas de los óblasts de Odesa y Mikoláyiv, situados en el sur del país. Según reportes del Ejército ucraniano, el ataque se llevó a cabo utilizando 17 drones kamikaze iraníes Shahed, de los cuales 14 fueron interceptados y derribados por las defensas aéreas de Ucrania, destacando la eficiencia del sistema defensivo ucraniano ante la amenaza aérea.
El Mando Sur del Ejército de Ucrania informó que la mayoría de los drones fueron derribados sobre Mikoláyiv, mientras que Odesa también enfrentó la amenaza con dos drones interceptados. Los daños resultantes de estos ataques están siendo evaluados por las autoridades locales, con el alcalde de Odesa, Genadi Trujánov, señalando específicamente la afectación a una infraestructura eléctrica. Paralelamente, el Servicio de Emergencias de Ucrania reportó un incendio en Mikoláyiv, ya extinguido, que afectó igualmente a una infraestructura energética.
Estos ataques no son un hecho aislado, sino parte de una campaña sistemática por parte de las fuerzas rusas que, desde finales de marzo, ha buscado debilitar el sistema energético ucraniano. Esta estrategia de guerra ha dejado sin luz a cientos de miles de ucranianos y ha comprometido una parte significativa del sistema de generación eléctrica del país, exacerbando la crisis energética en medio de un conflicto que parece no tener fin.
La continuidad de estos ataques contra la infraestructura crítica ucraniana no solo tiene implicaciones inmediatas en términos de suministro energético y calidad de vida para la población civil, sino que también plantea preguntas profundas sobre la dirección de la guerra y la respuesta internacional a estas tácticas de guerra.