El presidente ruso, Vladimir Putin, realiza una visita oficial a Mongolia, un miembro de la Corte Penal Internacional, desatando preocupaciones globales sobre su posible detención.
En un movimiento que desafía las normas internacionales, el presidente ruso Vladimir Putin llegó a Mongolia en su primera visita a un país miembro de la Corte Penal Internacional (CPI) desde que fue emitida una orden de detención en su contra por crímenes de guerra. La visita ha puesto a Mongolia en una encrucijada diplomática, ya que como miembro de la CPI, el país está obligado a detener a Putin, pero su dependencia de Rusia para combustible y electricidad complica cualquier acción en este sentido.
La llegada de Putin fue marcada por una ceremonia fastuosa en la plaza central de Ulán Bator, donde fue recibido por el presidente mongol Ukhnaagiin Khürelsükh. Imágenes difundidas por medios oficiales rusos mostraron al líder ruso subiendo las escaleras alfombradas de rojo del Palacio de Gobierno, acompañado por una guardia de honor vestida con trajes tradicionales que evocaban la era de Genghis Khan. La ceremonia incluyó una inclinación ante la estatua del legendario fundador del Imperio Mongol antes de que ambos líderes se retiraran para sus reuniones.
La Corte Penal Internacional ha acusado a Putin de ser responsable de los secuestros de niños en Ucrania, un conflicto que ha prolongado la guerra durante más de dos años. Antes de la visita de Putin, Ucrania instó a Mongolia a cumplir con sus obligaciones bajo el Estatuto de Roma y entregar al líder ruso a la corte en La Haya. La Unión Europea también expresó su preocupación, aunque reconoció el derecho de Mongolia a desarrollar sus relaciones internacionales según sus propios intereses.
«Mongolia, como todos los demás países, tiene derecho a desarrollar sus vínculos internacionales según sus propios intereses», dijo Nabila Massrali, portavoz de la Comisión Europea. Sin embargo, agregó que «Mongolia es un estado parte del Estatuto de Roma de la CPI desde 2002, con las obligaciones legales que conlleva».
El viaje de Putin también ha generado reacciones dentro y fuera de Rusia. Más de 50 rusos en el exilio, incluyendo al conocido disidente Vladimir Kara-Murza, firmaron una carta abierta instando a Mongolia a detener a Putin a su llegada. Kara-Murza fue liberado de una prisión rusa en agosto como parte del mayor intercambio de prisioneros entre Oriente y Occidente desde la Guerra Fría.
La visita de Putin a Mongolia también incluye la participación en una ceremonia para conmemorar el 85 aniversario de una batalla conjunta entre fuerzas soviéticas y mongolas contra el ejército japonés en 1939. Este evento, significativo en la historia militar de ambos países, subraya los lazos históricos entre Rusia y Mongolia, que Putin parece decidido a reforzar en medio de su creciente aislamiento internacional.
A pesar de la controversia, el Kremlin ha mantenido una postura confiada. El portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, declaró la semana pasada que en el Kremlin «no hay preocupación. Mantenemos un excelente diálogo con nuestros amigos mongoles».
Este viaje es parte de una serie de visitas al extranjero que Putin ha realizado en los últimos meses para contrarrestar el aislamiento internacional derivado de la invasión a Ucrania. Sus recientes destinos han incluido China, Corea del Norte, Vietnam, y Kazajistán, en un esfuerzo por fortalecer lazos con aliados clave y demostrar que Rusia aún mantiene influencia en el escenario global.