Caracas, la Sultana del Ávila, dejó pasar por debajo de la mesa una fecha, además de redonda, monumental. Cuatrocientos cincuenta años no se cumplen todos los días. En cualquier lugar del mundo un cumple siglo es festejo grandioso, que lleva años de preparación, de ediciones especiales de libros conmemorativos, de actos protocolares de gran envergadura, con visitantes ilustres, como corresponde a la capital de Venezuela.
No sabemos apreciar lo que tenemos, es como si nos faltara orgullo por el gentilicio, de amar lo nuestro. ¿Por qué siempre miramos el plato ajeno, cuando el nuestro es único? Nos relamemos en elogios que exaltan las bondades y la belleza de ciudades foráneas. Y ni una flor para esta belleza nuestra. Como el marido que elogia delante de su mujer la elegancia de otra señora y a la suya, exquisitamente vestida, ni media flor. Así.
Caracas cumplió cuatro siglos y medio de su fundación, en 1567, por el capitán Diego de Losada, quien la bautizó por los siglos de los siglos con el nombre de Santiago de León de Caracas. Este olvido -entendible por la crítica situación que vivimos-, nos obliga a recordar, a quienes tuvimos la dicha de participar de su conmemoración cuatricentenaria, en 1967, que retumbó en el mundo con bombos y platillos. Todos los países amigos de Venezuela mandaron sus delegaciones a rendirle un tributo a la ciudad natal del latinoamericano más universal, Simón Bolívar, padre de la patria nuestra y de otras cuatro patrias de otros. A nuestros puertos llegaron buques insignes de marines para rendirle un homenaje a la capital de Venezuela. ¡Y hasta reina cuatricentenaria tuvimos! Cuánta alegría desbordante en las calles caraqueñas -y de toda Venezuela- Dios mío, qué felices éramos, sin saberlo.
Se entiende, pues, Caracas era otra. Aunque siempre hermosa, la Sultana de hoy es una ciudad sitiada, en guerra, inhóspita, insegura, donde la sangre de sus citadinos tiñe su asfalto. Corresponderá, pues, a otras generaciones, que intuyo serán mejores, conmemorar dentro de cincuenta años la gran celebración redonda de Caracas. Lástima, muchos ya no estaremos en este valle de lágrimas para brindar por su belleza y donaire eternos. ¡Salud, Sultana!