La crisis causada por los ataques acústicos contra los diplomáticos estadounidenses en La Habana se ha agravado más debido a la ineptitud del dictador y la claque militar que lo arropa en el poder. No solo pretenden hacer creer que no tuvieron responsabilidad alguna y no saben nada de lo ocurrido, sino que ahora insinúan que los ataques nunca se produjeron. Sus agentes de influencia pretenden vender la historia de que se trata un montaje de la CIA para descarrilar el proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Foundation for Human Rights in Cuba
El gobierno de Raúl Castro afirma que son “precipitadas” las medidas tomadas por Washington al cabo de diez meses de estar ocurriendo estas agresiones porque los EE.UU. no han encontrado evidencias de que fue Cuba quien las realizó. Parece una broma.
La excusa que esgrime el canciller Bruno Rodríguez de que si Cuba no aporta más en las investigaciones es porque EE.UU. no le entrega información suficiente fue respondida al día siguiente por el Departamento de Estado, cuya portavoz declaró a los medios en Washington: “No queremos dar pistas a los responsables».
Se acerca el momento en que el gobierno de EE.UU. deberá dar por terminada la investigación. Pero EE.UU. no puede compartir información con quienes tienen la mayor probabilidad de haber sido los autores de la agresión.
La dinámica de esta crisis diplomática revela la incapacidad del general Raúl Castro y de su hijo Alejandro. Se han adentrado en un laberinto que puede complicar cada vez más las relaciones bilaterales. Su actual deterioro ya implica impactos negativos para los cubanos de a pie y los cuentapropistas en un mal momento para la economía nacional.
El general Castro y su hijo “olvidan” que si diplomáticos en territorio cubano se quedan sordos y sufren lesiones en el cerebro por ataques “desconocidos”, según la Convención de Viena es el gobierno de Cuba el responsable de haberlos evitado. No importa si fue un ataque deliberado para causar daño a los diplomáticos, un accidente tecnológico, o un mal cálculo de los autores materiales de la agresión, lo cierto es que el gobierno de Cuba es el responsable.
Fidel Castro conocía el arte tensar las relaciones bilaterales dentro de ciertos límites de modo tal que le sirvieran su excusa para sostener un estado represivo interno pero sin llegar a desatar un conflicto de gran alcance con el poderoso vecino del norte. La mediocridad de Raúl Castro como estadista no le permite esos malabarismos maquiavélicos.