En su reciente gira, Maduro parece haber logrado correr la arruga de la deuda con Rusia, conseguido un nuevo modelo de desarrollo “a lo” bielorruso y asistencia en seguridad de Turquía. Faltaría saber qué prometió en cada visita.
Maduro califico su gira por el “Ancho Mundo” que incluyó Rusia, Bielorrusia, Turquía y Argelia como “exitosa”. No dijo a qué precio y con qué promesas obtuvo ese “éxito”.
El “club de los totalitarios”
Desde su gira por Europa de 2013, el presidente Nicolás Maduro se ha encerrado en un circuito, que aunque presentado como orientado por los negocios petroleros, en realidad se reduce a una serie de gobiernos reconocidos como violadores de derechos humanos y libertades fundamentales. A Europa occidental no ha vuelto más. Últimamente ha visitado Vietnam, China, Irán, Turquía, Bielorrusia y Rusia, así como a sus amigos Raúl Castro y Daniel Ortega entre otros. Ya no va más al sur del continente.
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El mes pasado participó en la Cumbre de Ciencias y Tecnologías de la Organización para la Cooperación Islámica (OIC) y lo justificaba pues ella con 57 Estados miembros representan “las potencias energéticas, emergentes, comerciales y financieras más importantes en el mundo” (sic). Maduro ha seguido la tradición que inició Chávez de desoccidentalizarnos al establecer alianzas estratégicas con estos países.
Rusia: «Allí está el detalle”
Luego de una breve parada en Argelia, Maduro recaló en Rusia. “Invitado” para la Semana de la Energía, del 3 y 7 de octubre, una reunión de profesionales en la cual solo dos presidentes participaron, el anfitrión y Maduro, por ser una reunión más bien técnica de grandes empresas petroleras. La razón que llevó a Maduro a Moscú fue hablar de la deuda y de la cooperación con Rusia y así reasegurarse el apoyo cosaco frente a un mundo que se le viene encima.
No estaba previsto, pero Maduro tocó allí el tema del apoyo militar. Cándidamente dijo “Estoy seguro, aunque no lo pidamos, que se nos dará aún más apoyo para impulsar la capacidad de defensa y soberanía de Venezuela”. Y afirmó “Venezuela de antemano, junto a Rusia, ha construido una fortaleza para nuestra defensa soberana”.
El tema de la deuda y su reestructuración fue otro tema clave. Ya, Antón Siluánov, ministro de Finanzas ruso, lo había señalado y Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, lo confirmó. Se trata de US$2.800 millones de una deuda contraída por Chávez en 2011 que ya ha sido reestructurada un par de veces – 2014 y 2016- y que debe pagarse este mes. El no pago de la deuda según Siluánov implica que Rusia dejar de recibir 53 mil millones de rublos (unos US$900 millones) previstos en el presupuesto para este año. ¿A qué precio la refinanció? “No se sabe qué garantías ofreció Caracas, pero Moscú –por motivos esencialmente geopolíticos …–, aceptó asumir significativas pérdidas económicas”, señala Juan Pablo Duch, corresponsal en Moscú del diario mexicano La Jornada. Como diría otro mexicano Mario Moreno Cantinflas: “allí esta el detalle”.
Para Alexéi Navalni, líder opositor ruso, Putin está financiando al régimen de Maduro por razones políticas y no tiene intención de recuperar los US$8.800 millones que debe Caracas. El problema se agrava pues todos los nuevos arreglos crediticios debieron y deben pasar por la Asamblea Nacional, en manos de la oposición.
La ayuda bielorrusa
En Minsk Maduro al menos fue recibido por un viceprimer ministro. Luego conversó con Alexánder Lukashenko -el último dictador de Europa-, en el Palacio de la Independencia, y se reunió con militares venezolanos que realizan estudios superiores en la Academia Militar del país eslavo, donde habló de nuevo de cooperación militar. Lukashenko declaró que ayudaría a desarrollar en Venezuela “los sectores agrario, el de la maquinaria industrial, la construcción y los equipos energéticos”. Y agregó: “En su momento ellos nos ayudaron a nosotros y seremos ahora nosotros quien les echemos una mano”, puntualizando “nosotros logramos en 8-10 años, no sólo alimentarnos nosotros sino también exportar, si Venezuela demuestra disciplina y voluntad de hierro lo puede conseguir en menos tiempo, en cinco años”. Firmaron acuerdos para un plan “integral entre Venezuela y Bielorrusia” que se delineará en un “hoja de ruta” que discutirán el mes entrante.
La receta de Lukashenko
Al parecer el modelo bielorruso podría ser una guía para impulsar el desarrollo en Venezuela. Esta economía muy centralizada que entró en estancamiento en 2012 y en 2014 en recesión por dos años, con tres de desinversión y un alza del desempleo, recientemente impulsó políticas que supusieron reducción de subsidios a las empresas del Estado y una cierta flexibilización del cambio. Esto permitió que en 2017 comenzara a crecer en cerca de un 1%, cayera la inflación y hubiera una modesta recuperación de las reservas.
¿Cómo se logró eso? Bielorrusia recibió en 2016 un crédito de US$2 millardos del Eurasian Fund for Stabilization and Development, fondo que actúa conjuntamente con el Banco Mundial (BM), cuyo principal donante es Rusia. El modelo aplicado lo define el BM así: “En lugar de la privatización y de basarse en el sector privado como principal motor del crecimiento, las políticas se han centrado en la modernización de empresas del Estado”. Esta quizás sea la receta que Lukashenko le vendió a Maduro. Sin embargo el BM advierte que si bien se han atacado temporalmente los desequilibrios internos y externos, “una mejora sostenible de los niveles de vida requerirá una transformación económica, social e institucional con un mayor protagonismo de la empresa, los mercados y el fortalecimiento de las redes de seguridad”.
El turco
En Turquía se firmaron cinco acuerdos, un plan de desarrollo turístico, un acuerdo para la cooperación económica, otro de desarrollo y complementariedad tecnológica productiva en el campo de la agricultura, desarrollo de la ganadería, y “un documento de cooperación en materia de seguridad”, según informó Maduro.
Preocupa lo referente a seguridad debido al carácter dictatorial y represivo mostrado por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, a quien Maduro dice admirar. Recordemos como amenazó con actuar igual que el turco frente a un supuesto golpe en 2016, cuando dijo que Erdogan quedará “como un niño de pecho” en comparación con lo que él haría.
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Este circuito de rusos, bielorrusos y turcos es uno de gobiernos afines que están en últimas, todos bajo la influencia rusa. Lo de Turquía es más reciente por las alianzas de Erogan con Putin frente al asunto de Siria -aliado de la Venezuela chavista- y el distanciamiento del gobierno de Erdogan de Europa y EE.UU.. En este contexto hay que entender esta gira, que no fue exitosa para Venezuela. Puede haber sido un éxito para el régimen que habría conseguido reestructurar una deuda, no sabemos a qué precio, haber adquirido nuevas luces para reorientar la economía “a lo” bielorruso, que tiene muy pocas probabilidades de éxito, y orientaciones en seguridad de Erdogan que mantiene una purga contra supuestos conspiradores.