En veinte años Venezuela retrocedió escandalosamente hacia niveles primitivos, cuando tenía más de cincuenta años viviendo en armonía social.
Las cartas están echadas. Después del juramento del Samán de Güere, los militares se afianzan en el poder a través de la usurpación de funciones abroquelados por un poder inconstitucional, olvidándose de que esta es una república democrática, y acompañados de un grupo de facinerosos civiles, ejecutores ambos de las decisiones del castrocomunismo, quienes imponen un régimen de fuerza.
Después del 2002 comenzó a afianzarse el plan de hegemonía a través de las instituciones democráticas con una oposición de partidos dogmáticos, con pensamientos y estrategias atrasadas por más de cuarenta años.
La abstención y la indiferencia de la mayoría se imponen por culpa de la falta de cultura. Una clase media trabajadora, profesional, pero cómoda e indiferente a la hora de la problemática política del país.
La dirigencia política con el discurso populista y demagogo dirigido a las clases más necesitas, y sin la planificación para establecer proposiciones de mejoramientos de convivencia a todas las clases sociales, asume una estrategia equivocada.
La ambigua posición de la población es genética. Indiferentes, pobres de espíritu, y no solo los económicamente estables, no solo los que viven en un rancho, sino los que tienen un rancho en el cerebro, que los hay en todas las clases sociales, desde el pecho de paloma hasta el engreído dirigente político de vecinal. Les importa un carajo las vicisitudes del medio donde se desarrollan, si logran sus objetivos.
Hay un engreimiento absoluto. Pareciera que hay superioridad cultural cuando aquí la mayoría de los mediáticos tienen conocimientos como la amplitud del mar pero sin profundidad.
Este proceso de cambio hacia atrás, a lo negativo, en solo veinte años, modificó la estructura de concordia del venezolano que tenía más de cincuenta años tratando de acoplarse a una armonía social de una sociedad diversa.
Cuando murieron los líderes, padres de la democracia, físicamente o moralmente, por no haber permitido la oxigenación de las instituciones del Estado a su debido tiempo, permitieron el soliviantamiento del odio de clases y la división de la sociedad entre quienes tienen por su trabajo y los que no tienen por inconscientes, salvo raras excepciones.
Hugo Chávez llega y comienza el calvario del sistema democrático. Los herederos de la democracia, en su mayoría sin preparación ni arraigo social, comenzaron a dar bandazos. El país palo abajo, hasta nuestros días.
La estrategia de La Habana con unos puntales españoles, va viento en popa. La oficina electoral del régimen con toda clase de triquiñuelas aprovecha la poca militancia de los partidos democráticos para vigilar las elecciones, y arrasa electoralmente, según la propaganda oficialista. El régimen se aprovecha y va por la estocada final. Fidel Castro conocía bien el material venezolano: una sociedad igualada y transgresora.