El Centre for Economics and Business Resear-ch (CEBR), instituto británico dedicado al estu-dio de las fluctuaciones de la economía mundial, acaba de lanzar su diagnóstico nada halagüeño para el mundo occidental. Confirma lo que ya sabíamos: en 2030 China suplantará a EE.UU. y ocupará el rango de primera potencia mundial. El estudio se basa en el peso del producto interno bruto (PIB) en dólares, que se mide a partir de la paridad del poder adquisitivo: es decir, lo que permiten comprar localmente las divisas de cada país. En ese aspecto, el PIB chino ya habría sobrepasado el de Estados Unidos.
Pero lo más llamativo del estudio del CEBR, es la confirmación de la irrupción de India al quinto rango de las principales economías del planeta, desplazando así a Francia y a Gran Bretaña. Francia pasará de quinta potencia a sexta y Grand Bretaña, de sexta a séptima. Ya es un hecho comprobado que en 2030 las cuatro potencias económicas mundiales serán China, India, Indonesia y Japón. La modificación del marco económico se traducirá inevitablemente en influencia política en las instancias mundiales y será determinante en las relaciones bilaterales.
No obstante, los hitos macroeconómicos de la región asiática no deben soslayar las abismales diferencias sociales y la extrema pobreza que todavía subsisten en muchas regiones de ese continente, por lo que no es de excluir se produzcan fuertes movimientos sociales como los hemos visto estallar en el transcurso de los últimos años en diferentes partes del planeta y en donde menos se les esperaba.
Al mismo tiempo que el informe del CEBR, como para corroborar lo allí expuesto situándolo en el contexto de la Historia, se publica la traducción al francés, procedente también de Gran Bretaña, de la inmensa obra del historiador británico, Peter Frankopan, Las rutas de la seda, que abarca precisamente en su globalidad lo que significaron esas rutas y restituye su importancia en los equilibrios del pasado y los por venir del continente asiático poniendo en su lugar al centrismo europeo. Las rutas de la seda son hoy de una actualidad extrema, puesto que China ha retomado recientemente ese concepto y ha comenzado a trazar nuevas rutas comerciales en su inexorable marcha hacia la hegemonía mundial.
El historiador demuestra en su obra, que las rutas de la seda eran una serie de conexiones que no se corresponden con las actuales. Para China el gran proyecto de revitalización de las rutas de la seda que acaba de lanzar el presidente Xi Jin Ping, consiste en dotar a esas conexiones mundiales de unos límites más vagos para incluir mejor las regiones, países y culturas en su dinámica de hegemonía. Restaurar la idea de las rutas de la seda, significa para China «dotar de sentido histórico su condición de columna vertebral de Asia», aclara Frankopan.
Experto en «mundos intermediarios», su especialidad en historia bizantina lo ha preparado para escrutar horizontes amplios y aplicarse a recorrerlos a través de archivos, – pues domina 23 lenguas -, las conexiones entre Constantinopla e Islandia, España y África del Norte, que le han ayudado a comprender las relaciones entre Asia central, el mundo musulmán y la Escandinavia. «Es toda una concepción de la mundialización que se me apareció, a la vez de la antigüedad y moderna, que dibuja un universo humano que escapa de los límites cronológicos o históricos», declara el historiador en una reciente entrevista publicada en el semanario L’Express del 26/10/2017.
La postura de este autor contrasta con la versión de la historia occidental que se ha difundido hasta hoy. Los vencedores escriben la historia, y durante los últimos 400 años, la versión de la historia global corresponde a la de Europa del Oeste, que no ha dejado lugar para otras historias como la del Oriente Medio. Se concibe la Antigüedad de los griegos y de los romanos como una anticipación y continuación de la gran aventura de Europa. Ello conlleva la creencia de echar por la borda mil años, un paréntesis que nada importa. El periodo de finales del Imperio romano al Medio Evo se considera secundario. Mientras que se trata de siglos de una gran importancia en muchas regiones del mundo: en India, en China, en el Medio Oriente. Si eso no sucedió en occidente, no tiene valor. Sin tomar en cuenta de que todos los imperios están sometidos a una ley de interdependencia.
Un ejemplo: no se comprende la historia de Francia si no se reconoce la influencia de las Cruzadas en su cultura y en su economía. Los esfuerzos de todos los regímenes de construir redes de comunicación de Francia con la India, o Cambodia, o los territorios de ultramar en búsqueda de riquezas han sido constantes desde el siglo XVII y el siglo XX.
Las bases de todo imperio es el control de las rutas estratégicas, terrestres o marinas, condición para el control de las riquezas. Nada ha cambiado al respecto, sólo que los centros se han desplazado de EE.UU y de Europa y ahora hay que referirse a Delhi, Moscú, Riad, Pekín.
Asia nunca perdió su importancia estratégica real. La crisis mundial que hoy enfrentamos se sitúa en Irán, en Afganistán, las guerras del Golfo, el derrumbe de Irak , la guerra civil en Siria, las tensiones entre Israel y sus vecinos.
Hoy la actualización de «la ruta de la seda del siglo XX» por China, ya está cambiando el juego de las alianzas locales.
La obra de Peter Frankopan es de una importancia mayor, porque contrariamente a los historiadores que estudian los pasados más remotos de la humanidad, cuando se intenta llevarlos a lo contemporáneo lo consideran un irrespeto y muestran un inmenso desagrado, Frankopan, toma en cuenta y analiza la dinámica de los antiguos centros de poder y de mercado, que hoy se sitúan en la primera línea de la mundialización. Frankopan analiza en los últimos capítulos de su obra, la evolución de los nuevos poderes que están por quitarle a Occidente el protagonismo del que han gozado desde hace 500 años.
En esa línea de repartimiento geopolítico, por supuesto, la poca ambición que aqueja a América Latina, la obligará a conservar su postura de eterna subalterna. De Venezuela, no es necesaria mencionarla.