Sofía Gaviria: «Podemos, Maduro, Castro, las FARC en Colombia… es un concierto para aniquilar la democracia»

 Sofía Gaviria no es sólo senadora de la República de Colombia, es víctima de las FARC, las autodenominadas Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia, unos narcoterroristas que han pasado más de medio siglo extorsionando, asesinando, narcotraficando, secuestrando, reclutando forzosamente niños y violando niñas. Su hermano Guillermo, líder político en Antioquia fue secuestrado y asesinado por quienes hoy quieren dar lecciones de reconciliación sin entregar los fusiles ni la fortuna acumulada, sin arrepentirse ni renunciar a su proyecto totalitario.

Sofía Gaviria (Medellín, 1968) es más que senadora por el Partido Liberal, es la voz de las víctimas y antes fue cooperante, licenciada en Políticas, trabajadora humanitaria en la antigua Yugoslavia. Este sábado recibe en París el Gran Premio Humanitario de Francia por su liderazgo de la mayor asociación de víctimas del terrorismo del mundo. En sólo tres años, son ya alrededor de 180.000 afiliados, entre los nueve millones de personas afectados por un conflicto que el presidente saliente, Juan Manuel Santos, prometió que se acababa a finales de 2016. «Pero es falso», espeta, «ya todo el mundo sabe en Colombia que no hay paz, y en las elecciones del 27 de mayo nos jugamos la democracia… así está Colombia, en ese precipicio». 

PREGUNTA.– ¿Son las víctimas las grandes olvidadas?

RESPUESTA.– A este galardón me postularon por el trabajo que habíamos hecho de organizar a las víctimas de las FARC para que tuvieran una voz representativa, una sola voz. Pero hay otras víctimas muy olvidadas, un reto de toda la sociedad colombiana, las que sufren el hambre en las comunidades indígenas. Lo denunciamos en la UNESCO, en el Congreso, en el Senado, en Francia, en Bruselas… y se reconoció nuestro trabajo. Ahora, hay que seguir defendiendo y denunciando hasta que superemos esta  vulnerabilidad, porque queremos que sea una condición, no una maldición en el tiempo.

P.– ¿Este sería uno de los aspectos que habría que tocar en los pactos de Santos y Timochenko?

R.– Sí. Hacer realidad los derechos de las víctimas en el acuerdo con las FARC, resumiría lo que hay que hacer con ese texto. Primero, en términos de Justicia: en ningún proceso de paz en pleno siglo XXI se permitiría que responsables de criminales de lesa humanidad. Debe ir a la cárcel todo el secretariado [de las FARC] en bloque. Segundo, que no puedan acceder directamente a la representación política. Tengo la esperanza y no renunciaré nunca a que los representantes públicos sean ejemplares para la sociedad. El tercer tema es la reparación de las víctimas en lo material. Las FARC no han entregado, ni siquiera declarado, la mayoría, de su patrimonio, que debe ser confiscado. El cuarto tema es el de la verdad: el 85% de los crímenes de las FARC están claros, más allá de dónde están los cuerpos de los desaparecidos. Pero son las víctimas de otros sectores las que piden la verdad: las del Estado, de otros actores violentos que hacen parte del conflicto y siguen matando.

P.– ¿Algo más?

R.– Sí, un quinto punto, por supuesto. Que se diga la verdad sobre el proceso. Nosotros denunciamos que las FARC no eran el único actor violento, decir eso era una mentira como una catedral. En Colombia, ya todo el mundo reconoce que no hay paz, las víctimas no se reducen, hay desplazamientos y reclutamiento de menores. La semana pasada se reclutó a tres niños por las disidencias de las FARC que trabajan en llave con el ELN. Se ha entregado al institucionalidad, y todos los principios básicos que no se deberían violar en un proceso que debe respetar los derechos humanos.

P.– ¿Qué se juega Colombia en las próximas elecciones presidenciales?

R.– Otra vez estamos en un esquema manqueo de los que defienden a ultranza el acuerdo firmado y los que defendemos que haya un proceso que sí lleve a una mitigación del conflicto, con unas condiciones aceptables, para que esto no mute a otro tipo de conflicto, que es lo que está pasando. Las disidencias de las FARC son más grandes que lo desmovilizado. Esperemos que los colombianos entiendan que debemos construir una sociedad más justa. Eisenhower decía que la Justicia y la paz son dos caras de la misma moneda.

P.– Entre los candidatos, Gustavo Petro, Vargas Lleras, De la Calle, Iván Duque… ¿quién debe ser el presidente?

R.– Cualquiera que entienda que los acuerdos hay que reformarlos en esos mínimos.

El único candidato en este momento en Colombia comprometido con la mejora de los acuerdos con las FARC es Iván Duque

P.– Entiendo que apuesta por Duque, del Centro Democrático liderado por Álvaro Uribe. Pero ése no es su partido. Ese manifiesto que usted ha firmado…

R.– Ese manifiesto no lo he firmado, es una fake news de las muchas que se están haciendo en Colombia. No he hechos ningún pronunciamiento sobre adhesiones a ningún candidato. Pero sí he dicho claramente que no voy a estar con cualquier candidato que esté en coalición con las FARC o que diga que los acuerdos no necesitan ningún cambio. Yo soy una persona de centro, del Partido Liberal, estoy representando en el Congreso a las víctimas de las FARC. La gente lo sabe: es claro que no estoy con el candidato de mi partido, Humberto de la Calle, que llegó al cargo por una consulta ilegítima, ilegal, obscena… donde se excluyó a las mujeres, a las víctimas, a las comunidades religiosas… Entonces, se ha elucubrado muchos sobre mi apoyo y el de las víctimas, porque es evidente que el único candidato que en este momento se perfila como comprometido con esa mejora de los acuerdos es Iván Duque.

P.– Y ésa es la razón por la que alguien ha elaborado ese texto falso…

R.– Sí.

P.– Su empeño en permanecer en el Partido Liberal, que no la dejó presentarse a la Presidencia y casi le impide repetir candidatura al Senado, no parece tener sentido. 

R.– El partido está perdiendo los militantes, no lo quieren votar. En el futuro tendré que decidir, pero en estas elecciones no podía hacer otra cosa. El Partido Liberal tiene un deterioro de años que se ha acrecentado en esta coalición con Juan Manuel Santos, un gobierno que no tenía nada de liberal, que vendió el patrimonio público, incrementó el IVA y los impuestos a la clase media y baja, que dejó morir a miles de niños de hambre en Colombia porque no priorizó la atención a los más vulnerables, que mintió en el proceso de paz, se olvidó de las víctimas, que no defiende los principios republicanos de democracia, que nadie puede estar por encima de la ley… Todo eso ha hecho que Sofía Gaviria casi sienta que perdió la batalla por la defensa del propio partido. Es un enfermo terminal sin forma de salvarse.

P.– Se puede reunificar al pueblo colombiano, dividido al 50% entre el sí y el no a los acuerdos?

R.– Que haya dos polos no quiere decir que esté a la mitad. Antes sí, pero ya no, porque todo el mundo ve la realidad del proceso y las mentiras que se dijeron. Cada una de las hipótesis que dijimos sobre ese acuerdo en su momento son ya realidades. El proceso tiene un rechazo del 80% de la sociedad colombiana, según todas las encuestas. Y es difícil encontrar a un presidente con mayor rechazo en la historia sostenido en los últimos dos años como Santos. El candidato del CD hoy en día tiene la posibilidad de ganar en primera vuelta, con mayoría absoluta, porque enfrente están intentando una coalición de todos contra él, no importa qué opinen de qué. Y esa falta de claridad con las FARC frente a la coherencia de años del CD contra ellos está premiando a Iván Duque.

P.– ¿Qué va a pasar con la negociación que dejará Santos sin cerrar con el autodenominado Ejército de Liberación Nacional? 

R.– Estos terroristas siguen actuando. Hacía muchos años que no atentaban en el departamento Atlántico. Y ha habido tres ataques en febrero. El ELN ya exige como mínimo las prebendas que le dieron a las FARC. ¡Eso es lo que nos entrega Santos! Una guerrilla crecida, un país con 220.000 hectáreas de coca sembrada, que nunca tuvimos tanto y ése es el fuelle del conflicto. Además, están las disidencias de las FARC, que son el brazo armado del partido FARC. Porque se ha demostrado que están en contacto desde el monte con el secretariado. 

P.– ¿Hace falta en Colombia un cambio constitucional?

R.– Sí. El contrato social según Rousseau está perdido. La confianza en la institucionalidad y el compromiso de legalidad que media en esa confianza está perdido. La cultura de la ilegalidad está implantada en la sociedad colombiana. Los acuerdos con las FARC han reformado la Constitución y se han impuesto sobre ella, atentando contra la Carta Magna completamente. Habría que hacer una gran constituyente que recupere ese pacto social, e iniciemos un ciclo distinto basado en el respeto a los derechos humanos universales, nada más. Ése es el mínimo para un país que pretenda entrar en la modernidad.

Venezuela como problema regional

P.– Con este escenario, ¿teme usted una venezolanización de Colombia?

R.– Ya la tenemos en muchos aspectos. Hay ya más de un millón de venezolanos viviendo en las condiciones más dolorosas en Colombia. Era el vecino rico y desperdició sus bonanzas petroleras. Están en situación dramática. Los muchísimos venezolanos que he visto se asustan ahora por cómo ven la historia de Venezuela a punto de repetirse en Colombia. ¡Es un escenario muy peligroso! Hay un candidato que es socio, defensor y amigo de Maduro, que ha dicho en público que aspira a que gane: es Gustavo Petro. Así que es un escenario mucho más real de lo que la comunidad internacional piensa. Y segundo, cómo estamos atendiendo a estos migrantes venezolanos. Colombia es un país con siete millones de desplazados y nueve millones de víctimas que no han sido atendidas, y recibimos ahora un millón de venezolanos en las condiciones más paupérrimas. Eso es caldo de cultivo para cualquier populismo. Ése es un peligro real e inmediato de cara a estas elecciones.

P.– ¿Cuál es su postura concreta respecto a la tiranía de Nicolás Maduro? Si usted se hubiera podido presentar a la Presidencia, ¿cuál sería su política con el vecino?

R.– La política que se debe hacer con cualquier dictador: rechazo completo, bloqueo y atención especial a las migraciones.

P.– Los líderes opositores venezolanos están de gira: han visto a Rivera, a Rajoy… y al ex presidente González. ¿Qué pasa en el PSOE que Sánchez no tiene agenda y Zapatero tiene una postura más cercana a Maduro que a la oposición democrática?

P.– No está claro. Con todo respeto, España no sería el país que es sin Latinoamérica, eso es una realidad. Su peso se lo dan los millones de latinoamericanos, que hablamos castellano y tenemos una historia común. Así que la claridad deben la defensa de los derechos humanos de los europeos y particularmente de los españoles frente a los países Latinoamericanos tiene que ser absoluta. Un dictador como Maduro en Europa no se permitiría. Ni las atrocidades contra los derechos humanos que comete contra la disidencia. Ni su complacencia con los terroristas colombianos. Así que hay que pedirle al PSOE y a cualquier partido que pretenda ser democrático que sea coherente con lo que se pide para su territorio. Como decía Almunia, es muy fácil hacer las revoluciones a miles de kilómetros.

El populismo en España

P.– Me acaba de nombrar a los terrorista colombianos y su relación con la tiranía venezolana… No puedo evitar preguntarle por la relación de ésta con Podemos.

R.– La aspiración de hacer una coalición universal nace desde hace hace muchísimo, acuérdese del manifiesto comunista y ‘el fantasma que recorría Europa’. Parecía superado tras la caída del muro, pero esta involución del socialismo, que ha sido el de Chávez y el de la dictadura de los Castro, la de Maduro y lo que se pretende implantar en Colombia a través de las FARC es la asociación natural de quienes profesan el mismo credo. Es normal ver coaliciones, tapadas o abiertas. recuerde que la relación de ETA con las FARC y el ELN fue demostrada. El concierto para delinquir o atropellar la democracia está servido en un mundo globalizado.

En Venezuela no hay un Gobierno legítimo, hay una dictadura, la UE debe defender lo que pregona: la democracia, los derechos humanos y la libertad de los pueblos

P.– Usted tiene relación con España por su matrimonio con Jaume Guardans. ¿Ve alguna relación entre el populismo el independentismo?

R.– Es un fenómeno ya mundial el maniqueísmo de la política. El triunfo de los extremos, de las vísceras sobre de la razón. La terminación de los argumentos y el empoderamiento de los sentimientos. Eso es muy preocupante y sólo sirve a los extremos.

P.– Gana Trump, sigue Putin, la tiranía venezolana, el riesgo en Colombia, el independentismo en España… ¿Cómo se podría frenar desde la política?

R.– Estamos en una cultura de imágenes inmediata, muy rápida. Una cultura frívola en el fondo. Lo superficial necesita emotividad, la piel. Habría que cambiar este proceso, hacer una pedagogía desde los medios, desde los políticos, las universidades: tomarse un poco más de tiempo antes de hablar, revisar la historia, leer más. Porque hoy todo es una frivolización de los temas. Usted ha citado mi relación con Cataluña. Como colombiana, tengo muy buena recepción en España, me siento muy bienvenida en cuanto escuchan mi acento… hasta que, en el resto de España, les digo que mi esposo es catalán, y en la mayoría de los casos ya no les parece tan bien. Es una predisposición. En términos de Platón, ya perdimos la aspiración de salir de la caverna y ver con luz los problemas.

P.– ¿Le pide usted algo en concreto a la UE para Colombia y Venezuela?

R.– No le pido más ni menos que lo que ellos están todo el tiempo diciendo que defienden: la democracia, los derechos humanos, la libertad de los pueblos. En Venezuela no hay un Gobierno legítimo, hay una dictadura. Y ésa es una de las esencias de la UE, la defensa de la democracia.