Ha partido Manuel Silva Guillén, un cristiano a carta cabal, alegre y dispuesto a darlo todo por el bien del prójimo.
El 12 de diciembre de 2017 falleció un gran amigo y colaborador, Manuel Silva Guillén. Tuve la dicha de poder hablar con él por última vez pocos días antes de su muerte y darle la bendición. En ocasión de la primera visita de San Juan Pablo II a Venezuela, me correspondió estar al frente de la comisión organizadora del viaje. Con la asesoría del Padre Cesareo Gil Atrio, en horas conformamos el equipo directivo integrado por Vicente Irazabal, José Domínguez y Manuel Silva. Los tres dejaron sus obligaciones ordinarias y sus trabajos para dedicarse a la puesta en marcha de la visita papal que resultó exitosa desde todo punto de vista. Trabajábamos hasta dieciocho horas diarias, y más de una vez, dormíamos en cualquier mueble de las oficinas para retomar a primera hora las labores. Con la pericia y conocimiento de instituciones y personas recibíamos la asesoría gratuita de muchos profesionales. Fue una experiencia inolvidable que estrechó la amistad franca y fraterna, aderezada con la fe profunda de estos hombres y la generosidad y acogida de sus esposas e hijos. Cuando diez años más tarde me tocó encargarme de la segunda visita papal, no dudé en recurrir a este trío, y todo fue coser y cantar.
Manuel había nacido en Cumaná, en agosto de 1929, en las azarosas fechas de la fallida expedición del Falke contra Gómez. Por breve tiempo estuvo en el Seminario Menor de Cumaná y más tarde ingresó en la Escuela Militar ocupando el quinto lugar de su promoción General en Jefe Manuel Carlos Piar en 1953 ascendió hasta teniente. El 5 de febrero de 1955 contrajo matrimonio con la monaguense Graciela Isava Emmanuelli, de cuya unión procrearon dos hijas.
Implicado como oficial en los alzamientos de Juan de Dios Moncada y más tarde en la invasión del General Jesús Castro León en abril de 1960, fue apresado y recibió el sobreseimiento de su causa al tomar posesión Raúl Leoni. En el primer gobierno de Rafael Caldera fue jefe de la guardia civil presidencial y cónsul en Mobile, Alabama y en Baltimore USA. Estudió derecho y se dedicó al negocio de las telecomunicaciones. Compartía sus obligaciones con el tiempo que dedicaba a su familia y a las obras de la Iglesia. En 1992 se retira de la actividad laboral y se residenció en San Cristóbal donde tuvimos ocasión de compartir en varias oportunidades, aunque trabajó en la Universidad Católica del Táchira como contralor y profesor de varias cátedras.
En 2008 se acerca a su querencia oriental y se residenció con Graciela en la isla de Margarita hasta su muerte. Conversábamos con frecuencia por teléfono, recordando anécdotas, pendiente de mis actividades, y contándome sus cuitas, en el mimo y cuidado en la enfermedad de su entrañable esposa. Cuando decidió no tener fuerzas suficientes para atenderla y dejarla en casa de atención a enfermos, me lo consultó, pues sentía no poder brindarle su calor y amor.
Manuel fue un hombre trabajador, honesto y amante de la justicia. Cristiano a carta cabal, alegre y dispuesto a darlo todo por el bien del prójimo. A sus seres queridos el mejor de los ejemplos. A sus amigos, la expresión de gratitud por su testimonio. El Señor y la Virgen lo reciban en la gloria. Paz a sus restos.
Su vida transcurre entre el trabajo, el ambiente de familiaridad y cercanía con las obras de la Iglesia, hasta que en 1992 se retira del mundo laboral y se establece en San Cristóbal.