Por Leopoldo Puchi
No es cierto que solo saliendo de Nicolás Maduro es posible adoptar un programa para contener crisis creada por la escandalosa inflación.
La hiperinflación se encuentra en el centro de las preocupaciones de los venezolanos. Los aumentos de salarios buscan atenuar o compensar sus efectos devastadores sobre la vida de la gente y sobre la actividad productividad industrial y agrícola, que sin esos incrementos vería disminuida la demanda. De hecho, se marcha hacia una suerte de indexación, que si bien evita de alguna manera la disminución del poder adquisitivo, no logra ponerle freno a la dinámica inflacionaria.
De modo que es ineludible la elaboración de un plan completo para hacerle frente a la inflación, que tenga en consideración que ella a su vez es expresión y causa de la contracción de la economía real. Un programa de estabilización que contemple el estímulo a la producción y combine políticas monetarias, fiscales y cambiarias que permitan la formación de los precios. Por más que haya monopolios y especulación, no puede dejarse de lado un programa de esta naturaleza. Estamos en una economía capitalista, por lo que se requiere manejar con habilidad y precisión sus propias variables para detener su descontrol.
Tarde o temprano habrá que hacerlo. De modo que si pierde Nicolás Maduro, le corresponderá a Henri Falcón. Y en caso contrario, será el propio Maduro quien deberá asumir la tarea de adelantar un programa macroeconómico que haga frente a la inflación. Ahora bien, un plan de esta naturaleza requiere también estabilidad política, de modo que luego de celebrarse las elecciones es indispensable que el Gobierno y las dos vertientes de la oposición, los partidarios de la abstención y los partidarios de la participación, se sienten en una mesa de negociaciones cuyo primer punto sea el problema económico y la hiperinflación, porque si no se superaran esos problemas el país se hará cada vez más ingobernable para cualquiera.
También hay que tomar en cuenta que de que no se trata de bajar la inflación por bajarla, sino que se realiza con el propósito de hacer que la economía crezca. Por ello es tan importante el método que se utilice para contenerla y revertirla, con el fin de que las acciones que se realicen sirvan a ambos propósitos. Los estudios teóricos y las experiencias de varios países, como Alemania, Bolivia, Israel, Argentina, Brasil, muestran que el éxito depende de lo acertado del programa y del respaldo que encuentre, porque no hay una varita mágica.
No es cierto que solo saliendo de Maduro es posible adoptar un programa para contener la inflación, como tampoco es cierto que sólo el Psuv estaría en condiciones de dirigir el país porque la oposición “no tienen proyecto”. La realidad obliga a que, sea uno u otro el que esté en Miraflores, haya un entendimiento para atacar un problema que es de vida o muerte. No tiene sentido continuar con las mismas políticas económicas, como tampoco lo tiene que se intente de nuevo derrocar al gobierno luego de las elecciones, esta vez con la línea de “desobediencia civil y militar”. Estamos todos en un problema serio, muy serio, para los inventos.