Por Mitzy Capriles de Ledezma
Seguimos siendo un país rentista con PDVSA en bancarrota, agonizante y cayéndose a pedazos por el dolo y la corrupción.
En 1998, semanas antes de que Chávez asumiera el poder, el petróleo se cotizaba entre 7 y 10 dólares el barril. La empresa estatal Petróleos de Venezuela era calificada como una de las más importantes del mundo. Su nómina no sobrepasaba los 40 mil empleados y llegó a producir más de 3 millones 600 mil barriles de crudo diariamente. Ahora, después de dos décadas, la empresa cuenta con 140 mil empleados, y apenas produce 1 millón 200 mil barriles diarios de petróleo, su nivel más bajo en los últimos años.
Continuamos siendo un país rentista con esa empresa petrolera en bancarrota, agonizante y cayéndose a pedazos por el dolo y la corrupción. Los sueños del desarrollo económico y humano, aprovechando la riqueza petrolera para diversificar nuestra fuente de ingresos, se esfumaron, así como también la necesidad de “sembrar el petróleo”, propuesta en 1936 por nuestro desaparecido humanista Arturo Uslar Pietri.
Los economistas estiman el monto de la deuda externa en 184 mil millones de dólares, siendo proporcionalmente el país más endeudado del mundo. Cada ciudadano debe cerca de 5.000 dólares por ese compromiso que adquirieron Chávez y Maduro. El país fue regido por Chávez con base a sus caprichos y estados de ánimo, seguido por su heredero Maduro. Liquidaron el Estado de Derecho, jamás se produjo rendición de cuentas, hipotecaron el presente y el futuro de Venezuela, valiéndose de que no respetan la Constitución ni las leyes, ni se someten a control alguno. En medio de todo esto, los ciudadanos perdieron el poder adquisitivo a causa de la hiperinflación.
Cuando Chávez asumió el poder, el dólar se cotizaba en 570 bolívares. Al día de hoy, el dólar está disparado hacia los 2 millones de bolívares. Cuando Chávez llegó al poder, en Venezuela la tasa de pobreza no superaba el 40 %. Al día de hoy, 87% de los venezolanos viven en estado de pobreza.
Al lado de eso, Chávez arrasó con las riquezas del país. Destruyó el aparato productivo. No se siembra ni se cosecha prácticamente nada en Venezuela, un país que cuando Chávez llegó al poder, se autoabastecía en arroz, café, sorgo, y teníamos una aceptable actividad agrícola y ganadera. Hoy la situación es de tal gravedad que la mayoría de la población no puede hacer dos comidas por día, ocho de cada diez venezolanos han perdido un promedio de 11 kilos de peso, y todo esto, por hambre. El cuadro de desnutrición infantil es alarmante.
Todo esto ocurre porque el país está secuestrado por una mafia de narcotraficantes que producen y trafican la droga en el mundo. Una banda de delincuentes que actúa impunemente a capricho y antojo. El 60 % de la cocaína que llega a Europa sale de territorio venezolano, y aquí, al igual que en Cuba, la narcotiranía está relacionada con el terrorismo internacional.