En 2014 el panorama político español cambió. El bipartidismo se acabó y el PP y el PSOE debieron dar la bienvenida -forzosa- a otras formaciones políticas, unas con más fuerza que otras, pero todas con el mismo objetivo: Gobernar España.
Evidentemente, las dos formaciones mayoritarias que vinieron a hacerle frente a los partidos tradicionales, son Ciudadanos y Podemos. El primero llevaba ya 9 años trabajando en Cataluña como plataforma social constitucionalista frente al independentismo hasta presentarse a las generales de 2015 y el segundo llevaba 3 años capitalizando el descontento del 15M para lanzarse a las elecciones europeas y posteriormente a las generales de 2015 que, en definitiva fueron tan movidas, que hubo que repetirlas.
Pero hay otro partido, inicialmente pequeño, sin mucha fuerza y con poco ruido, que apareció también por las mismas fechas (2014), con la única finalidad -aparente- de luchar contra la banda terrorista ETA. Su fundador, Santiago Abascal, era diputado del Parlamento Vasco por el Partido Popular (PP), pero a finales de 2013 presentó su dimisión con una carta que hablaba sobre corrupción y reprochaba el funcionamiento interno del partido, pero en la base de su distanciamiento estaban las críticas al diálogo con formaciones nacionalistas vascas.
Seis meses después de aquella dimisión, presentó su nuevo partido: VOX, que el 16 de enero de 2014 se presentó de la mano de Abascal quien aseguraba, en aquella pequeña sala madrileña, defender «un Estado más funcional y eficiente, que integre la rica diversidad de España, pero con un solo Gobierno, un solo Parlamento y un solo Tribunal Supremo«; es decir, la supresión de las autonomías que volvió a destacar el pasado domingo en Madrid.
«Hagamos a España grande de nuevo»
Parece Trump, pero es Abascal. El mensaje populista de la ultraderecha española se ha manifestado el pasado domingo 07 de octubre en el Palacio de Vistalegre de Madrid, en el que cerca de 10.000 personas se congregaron para apoyar al partido de Abascal que, una vez más, cargó contra las autonomías, los extranjeros, el independentismo y el feminismo. Todo esto, sin olvidar la puesta en escena, es decir, la utilización del mismo escenario que usó podemos para su apoteósico lanzamiento en 2014.
Esta nueva presentación del partido de Abascal coincide con su salida a la palestra de la opinión pública, más específicamente, se trata de su irrupción en las encuestas, que le dan entre 1% y 3% de los votos para unas próximas elecciones generales, lo cual puede resultar muy preocupante si pensamos en la característica mesiánica de la cultura política latinoamericana y que se ha extendido a Europa e incluso a Estados Unidos, tal como hemos visto con figuras como Donald Trump (EEUU), Marine Le Pen (Francia) o Matteo Salvini (Italia).
Sin embargo, para no parecer tan fatalistas, podemos mirar también el otro lado: la posible incapacidad de que un proyecto político con estos límites ideológicos, pueda prosperar realmente en una Europa cada vez más plural y democrática. Recordemos que el nacionalismo de VOX se mezcla con valores morales tradicionales, propios de la sociedad española, un discurso económico bastante liberal y una visión de la historia de España anclada a mitos como la reconquista o una lectura de la Guerra civil en clave anti comunista.
Rumbo a las elecciones europeas
Pero VOX tiene metas más allá de Moncloa. Su mirada real está puesta en las elecciones europeas (igual que hiciera Podemos hace 4 años, que primero conquistó Bruselas antes que Madrid). Su discurso nacionalista coincide con el de la alianza europea de partidos nacional-populistas que Steve Bannon, el ex asesor de Trump, lleva impulsando todo este año a través de su plataforma The Movement, que es todo lo contrario de Open Society, la fundación del magnate húngaro George Soros. De este modo, y aplicando la máxima maquiavélica «divide y vencerás», mientras exista la fractura soberanismo-europeísmo que cada día se convierte más en el eje políticos de la campaña electoral europea, el nacional-populismo también irá tomando fuerza, reforzando su clásica lucha de «nosotros vs ellos».
En definitiva, ahora tenemos un asunto más sobre el cual poner la lupa en España y en Europa. No podemos confiarnos porque cualquier democracia, por muy fuerte que parezca -que no es el caso- no está exenta de caer en las garras del populismo extremista de derecha o de izquierda. En este caso, por cierto, la ideología es lo de menos, lo verdaderamente importante es la manera como cualquier populismo puede acabar, en tiempo récord, con un sistema de instituciones que sea garante de los derechos de la ciudadanía frente a los deberes de los políticos.