Por Carlos Canache Mata
***Hay que impedir que avance la destrucción de la democracia, esta vez con la aprobación de una Constitución que no se puede aceptar.
No me voy a referir al lanzamiento al vacío del concejal Fernando Albán que, desde el piso 10 del Sebin, hizo el actual régimen dictatorial. Ese abominable crimen ya está registrado en el prontuario de los que, atrincherados en Miraflores, están ejerciendo el poder. Ahora comentaré otro salto al vacío, el que pareciera estar tentado a dar el gobierno con la nueva Constitución que a fuego lento fragua la espuria Asamblea Nacional Constituyernte.
El pasado sábado 20 de este mes, Nicolás Maduro anunció que “en Venezuela está naciendo la democracia verdadera, la democracia comunal, la democracia del siglo XXI, nueva, verdadera”. Lo dijo en el congreso de las comunas, llegando a afirmar que así como se recuerdan las ideas democráticas que, especialmente a partir del siglo V a. C., surgieron en Grecia, “se reconocerá que fue en Venezuela que nació la democracia nueva, la democracia protagónica, la democracia directa, la democracia de la comunidad”. Aun cuando nada estrafalario es ajeno a quien usurpa el solio presidencial, seguramente, también ignora que en el mundo moderno, ante las dimensiones del Estado-nación, para que la democracia fuese operativa tuvo necesariamente que aparecer la idea de la representación política, que se materializa con el ejercicio del sufragio. Es el tránsito de la democracia directa a la democracia representativa. No es por casualidad que la Carta Democrática Interamericana, aprobada en Lima el 11 de septiembre de 2001, asienta en su artículo 2° que “el ejercicio efectivo de la democracia representativa es la base del estado de derecho y los regímenes constitucionales de los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos”.
Contrariando la Contitución Nacional vigente que, en su artículo 168, establece que “los Municipios constituyen la unidad política primaria de la organización nacional, gozan de personalidad jurídica y autonomía dentro de los límites de esta Constitución y de la ley”, el chavismo hizo aprobar unas leyes comunales en las que las llamadas comunas asumen un papel protagónico. En el Plan de la Patria, que es como la hoja de ruta de la dictadura, se plantea y diseña la concepción del Estado Comunal. Es en este contexto, y cuando se está a la espera de que se apruebe una nueva Constitución, que se produce la amenaza proferida por Maduro sobre el advenimiento de una “democracia comunal”.
Hasta ahora, a pesar de la prolongada existencia de la tal Asamblea Nacional Constituyente, es un secreto bien guardado el contenido del nuevo texto constitucional que se cocina en los hornos del alto mando del madurismo. Solo se conocen algunas referencias extraoficiales. Desde luego que al producirse el parto, habrá un consenso nacional e internacional sobre la ilegitimidad y la naturaleza adulterina de la nueva criatura. Pero, si las bayonetas mecen su cuna, el pueblo venezolano tendrá que decidir qué hacer.
Como lo han advertido voces calificadas del país, hay que impedir que continúe la destrucción de la democracia, esta vez con la aprobación de una Constitución que no se puede aceptar. Si la dictadura quiere saltar al vacío, llevando en la mano su Carta Magna comunal, que lo haga. Ya es larga la tragedia que se ha vivido. Se equivoca el tango cuando dice que veinte años no es nada. Veinte años es mucho.