*** La periodista venezolana Luzmely Reyes, en artículo publicado en The Washington Post, considera que la moderación de Petro puede terminar ayudando a la resolución de la crisis venezolana.
La elección de Gustavo Petro y Francia Márquez como presidente y vicepresidenta de Colombia consolida la tendencia del nuevo giro a la izquierda de América Latina. Luego de su triunfo, el mandatario electo se ha dedicado a dialogar y a tener un tono de conciliación para apaciguar efectos, especialmente el impacto en la economía de su país. Con ese tono, es posible que la corriente democrática progresista evite polarizaciones y, más bien, pueda contribuir a que en Venezuela se diriman las diferencias por la vía democrática.
La más reciente etapa del conflicto venezolano ha pasado por un cambio de gobiernos en la región que han restado apoyo fuerte a la oposición venezolana. De 2017 a 2022, han llegado al poder liderazgos de izquierda en varios de los países que integraron el Grupo de Lima. En esta instancia, que reunió a 12 países de la región, estos declararon que Venezuela ya no era una democracia, condenaron la ruptura del hilo constitucional en esta nación, y asumieron que solo reconocerían los actos que, según la Constitución venezolana, requiriesen la aprobación de la Asamblea Nacional, la cual, para aquel momento, era dominada por las fuerzas de oposición.
México, Chile, Argentina, Perú, Honduras —cuyos gobiernos hoy en día son de izquierda— y otros más integraron en 2017 el Grupo de Lima, que junto a Estados Unidos y Canadá respaldaron a la oposición venezolana en su lucha por la democracia. En 2021, Argentina se retiró de esta instancia, porque, “aislar a Venezuela no ha conducido nada”. En 2019, el presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, declaraba que no tomaría bandos en política internacional.
Hoy, la mayoría de estas naciones, incluyendo Estados Unidos, tiene gobernantes distintos y, aunque la plataforma no ha sido oficialmente disuelta, en la práctica tampoco ha podido propiciar una salida al conflicto venezolano.
La llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de México restó fuerza a los países de la región que habían tomado algún partido por las fuerzas democráticas venezolanas. En 2019, México se negó a firmar una declaración de este grupo que desconocía la reelección de Nicolás Maduro. AMLO sostuvo que no lo hizo porque: “Nosotros no nos inmiscuimos en asuntos internos de otros países, porque no queremos que otros gobiernos, otros países se entrometan en los asuntos que solo corresponden a los mexicanos”.
El gobierno de Nicolás Maduro saludó con vehemencia el triunfo de Petro y sostuvo en un comunicado que “la más firme voluntad de trabajar en la construcción de una renovada etapa de relaciones integrales por el bien común”. Rápidamente, Petro informó en su cuenta de Twitter: “Me he comunicado con el gobierno venezolano para abrir las fronteras y restablecer el pleno ejercicio de los derechos humanos”.
La victoria de Petro ha generado alertas en distintas comunidades venezolanas que hacen vida en Colombia. En algunos sectores, se hace un paralelismo con lo ocurrido en el país vecino a la llegada de Hugo Chávez en 1998, ya que Petro fue admirador del mandatario venezolano y visitó el país. Sin embargo, el ahora presidente electo de Colombia dijo en 2018 que la última vez que habló con Chávez fue en 2006, “para salvar de una guerra a Colombia y Venezuela y luego fui a su funeral. No me interesa el apoyo a Maduro porque no hay revolución en una rosca que se perpetúa solo para captar rentas petroleras. Eso no es una revolución”, tuiteó en aquella ocasión en respuesta a un señalamiento de Diosdado Cabello en su contra.
Durante su campaña, Petro intentó apaciguar los temores: firmó un compromiso de no expropiar y, en su discurso de triunfo, enfatizó en el seguimiento de una agenda de paz. Ha tratado de marcar distancia, pero sus gestos no han reducido los temores por la seguridad de venezolanos que se han exiliado en Colombia.
Colombia ha sido alabada por su política hacia la migración venezolana. Es el país que más de nuestra ciudadanía acoge. Según cifras de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes, la cantidad de venezolanos en Colombia es de más de 1.8 millones de personas, la mayoría de quienes llegaron a partir de 2018.
Sin embargo, la llegada de Petro tal vez podría convocar a la izquierda democrática en la región para aportar un marco de soluciones creíbles al conflicto venezolano. No es una tarea fácil porque, dada su cercanía con los ideales revolucionarios, puede asumir la tendencia de otros gobiernos —como el de México— de no intervenir en el proceso venezolano o verse influido por articuladores de Cuba y otros países que lo ven como un aliado. También deberá decidir cómo actuar frente al interino Juan Guaidó, quien fue reconocido por Colombia como presidente.
O tal vez, como en 2006, Petro podría jugar un papel más proactivo y alinearse con la reactivación del proceso de negociación que iniciaron los factores políticos venezolanos en México, en 2021, y que sigue en estado de hibernación.
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