El presidente español, en su visita a Oriente Medio, aboga por un Estado palestino, causando fricciones diplomáticas.
La reciente gira de Pedro Sánchez por Oriente Medio ha abierto un nuevo frente en las ya complejas relaciones internacionales en la región. Las palabras del presidente del Gobierno español no solo resonaron en los oídos de quienes buscan soluciones en medio del conflicto, sino que también provocaron la inmediata reacción de Israel.
Desde la condena de los ataques de Hamás hasta el llamado al país hebreo a respetar las leyes internacionales, Sánchez ha tratado de navegar en las turbulentas aguas de la diplomacia sin sacrificar los principios que, según él, deben regir la convivencia global. «La matanza indiscriminada de civiles inocentes es completamente inaceptable», expresó Sánchez, en una declaración que busca equilibrar la afirmación del derecho a la autodefensa con la exigencia del respeto a las normas humanitarias.
No obstante, su apoyo a la visión de dos Estados ha provocado el descontento de Israel, que ve en estas declaraciones un respaldo implícito a Hamás. Esta percepción ha llevado a Eli Cohen, ministro de Exteriores de Israel, a calificar las posturas de España y Bélgica como un apoyo al terrorismo. Una acusación que, sin duda, ha causado consternación en la delegación española y que se ha materializado en una «dura conversación de reprimenda» con la embajadora española.
Mientras tanto, Sánchez se mantiene firme en su convicción, abriendo la puerta a que España reconozca el Estado palestino de forma unilateral si la Unión Europea no lo hace de manera colectiva. Un paso que, si bien refleja la independencia de la política exterior española, también pone de manifiesto las fisuras dentro de la UE en cuanto al tratamiento del conflicto palestino-israelí.