En una íntima entrevista con The New York Times, el ex presidente uruguayo José Mujica reflexiona sobre la vida, la muerte y el futuro de la humanidad mientras enfrenta una nueva batalla contra el cáncer.
Hace diez años, José Mujica capturó la atención del mundo como el presidente que rechazó los lujos del poder para vivir en su modesta casa de campo en Uruguay. Ahora, en una entrevista exclusiva con The New York Times, el carismático ex mandatario reflexiona sobre su vida, sus creencias y el futuro de la humanidad desde esa misma casa, en las afueras de Montevideo.
A sus 89 años, Mujica enfrenta una nueva prueba en su vida: un tratamiento de radioterapia para combatir un tumor en el esófago. En su entrevista con The New York Times, confesó que aunque el tratamiento ha sido efectivo, lo ha dejado físicamente debilitado. «Me hicieron un tratamiento con radiología. Este, y según los médicos, anduvo bien, pero yo estoy deshecho», admitió con su característico tono directo.
La conversación, sin embargo, no se quedó solo en su salud. Mujica, quien fue guerrillero, preso político y presidente, aprovechó la ocasión para compartir sus pensamientos sobre el estado actual del mundo. «La humanidad, tal como va, está condenada», declaró a The New York Times. Para Mujica, el problema radica en cómo el consumismo ha dominado nuestras vidas. «Gastamos tiempo en cosas inútiles. ¿Para qué? Somos libres cuando escapamos a la ley de la necesidad, cuando gastas tiempo en lo que realmente te importa. Pero ahora, vivimos para comprar y pagar, atrapados en una rueda interminable.»
Durante la entrevista, Mujica abogó por una vida más sobria y centrada en lo que realmente importa. «Hay que luchar por la felicidad humana, no solo por la riqueza», dijo. A pesar de su pesimismo sobre la capacidad de la humanidad para cambiar, Mujica sigue creyendo en el potencial del ser humano. «Podríamos cambiar, pero el mercado es muy fuerte», señaló.
A lo largo de la entrevista, Mujica mostró la misma franqueza que lo ha caracterizado durante toda su vida. Cuando el periodista de The New York Times le preguntó sobre su legado, Mujica respondió con humildad: «Ah, como lo que soy: un viejo loco». Sin embargo, no pudo evitar compartir su amor por la vida, a pesar de estar en su «tiempo de irse». «La vida es hermosa, con todas sus peripecias. Amo la vida», afirmó, destacando la importancia de encontrar un sentido a la vida.
En su casa, rodeado de libros y tarros de verduras encurtidas, Mujica reflexionó sobre la importancia de la introspección y la comunicación directa. «Hace cuatro años tiré el teléfono. Me tenía loco. Quiero hablar conmigo, aprender a dialogar con el que llevamos dentro», explicó a The New York Times. Para él, nada puede reemplazar la comunicación cara a cara. «Nos comunicamos con los gestos, con la piel. La comunicación directa es insustituible.»
Aunque no cree en Dios, Mujica expresó un profundo respeto por aquellos que lo hacen. «El 60 por ciento de la humanidad cree en algo y hay que respetarlo. Necesitamos la esperanza de Dios porque quisiéramos vivir», dijo, reflexionando sobre las grandes preguntas que la humanidad ha enfrentado a lo largo de los siglos.
La entrevista con The New York Times permitió a Mujica exponer una vez más su visión del mundo, una visión que, aunque crítica, sigue siendo profundamente humanista. «Qué animal complicado es el hombre: es inteligente y burro», dijo, resumiendo la complejidad de la especie humana en una frase que refleja tanto su sabiduría como su desencanto.
José Mujica, el «viejo raro», sigue siendo una figura que desafía las convenciones, incluso mientras enfrenta los desafíos finales de su vida. En su conversación con The New York Times, dejó claro que su legado no es solo el de un líder político, sino el de un pensador que nunca dejó de cuestionar el rumbo de la humanidad.