El chavismo -distinto al madurismo y exactamente el febrerismo, como explica Rafael Poleo en el Péndulo de esta edición de Zeta– intenta salvar lo que queda de aquel movimiento nacionalista que se perdió en las manos de un Fidel Castro que sorbió el seso a Hugo Chávez para colocar en el poder a una banda de oportunistas que coronó el poder con Nicolás Maduro.
En los últimos años, el chavismo ha ido sumando figuras de peso: Jorge Giordani (ministro de Finanzas de Chávez), Héctor Navarro (el ministro a quien Chávez dejaba encargado de la presidencia cuando viajaba, por encima del Vicepresidente), Nicmer Evans (politólogo respetado por Chávez), Miguel Rodríguez Torres (el Mayor General con más influencia en los cuerpos de seguridad del Estado), Cliver Alcalá Cordones (uno de los generales más leales a Chávez), Gabriela Ramírez (la Defensora del Pueblo de Chávez), entre otros a los cuales se suma ahora la que se ha convertido en la punta de lanza de la defensa de la legalidad republicana: Luisa Ortega Díaz.
En la violencia desatada por el madurismo contra la Fiscal General se reconoce la magnitud del quiebre en el PSUV. «Ya hay voces disidentes dentro del PSUV», señala Germán Ferrer, diputado del partido oficialista y esposo de Ortega. «La Constituyente fracturó al chavismo y unió a la oposición».
Rodríguez Torres ahonda en el tema. «Hay un montón de chavistas que por cuestiones personales, y aun estando en posiciones de gobierno y Estado, no comparten la posición de la Constituyente (…) hay un gentío que sabe que eso es un error pero está impuesto, y el tema de la bendita disciplina que está por encima de la Constitución, los mantiene callando ante esa barbaridad que se está cometiendo», señala el Mayor General.
Amenazas a lo Nisman
Pedro Carreño, diputado y ficha cabellista de peso en el madurismo, ha iniciado una campaña mediática para declarar que la Fiscal General está actuando dentro de un cuadro de insania mental que, según el dirigente aficionado a la nada socialista marca francesa Louis Vuitton, puede llevarla al suicidio. Ni siquiera en Argentina los Kirchner se atrevieron a ser tan frontales con el «suicidio» del fiscal Alberto Nisman. Si algo llegase a pasarle a Ortega, todas las miradas voltearán, irremediablemente, hacia Carreño.
«¿Y a dónde podemos acudir para pedir la insania ética y moral de Carreño, Diosdado y Maduro?», se pregunta Evans, el politólogo chavista, haciéndose eco de lo que se pregunta media Venezuela. Recordemos que Maduro, con cámaras de televisión en frente, ha confesado tener conversaciones con un pajarito y ha explicado a unas vacas las bondades de su Constituyente. Sin olvidar la histórica denuncia de Carreño de que Estados Unidos nos espía a través de una cámara oculta en los decodificadores de Directv.
Al cuento de la insania de la Fiscal se le debe sumar el manual de intimidación que hemos sufrido los perseguidos del régimen, que son cada vez más: camionetas del Sebin rondando el hogar en horas de la noche, llamadas anónimas a altas horas de la madrugada, mensajes de texto amenazadores, entre otros. «No es posible que mi familia sea objeto de amenaza», se queja Ortega. «Llaman a mi familia, los acosan, los persiguen patrullas que parecen ser del Sebin, les mandan mensajes directamente del Sebin y el Sebin depende directamente del Ejecutivo».
«La Fiscal y yo hemos tenido acoso y amedrentamiento del gobierno, pero no tenemos miedo porque actuamos con la verdad», remata Ferrer.
Entramado legal para estocada final
Ortega, – quien nunca ha sido ficha del régimen madurista que ha intentado destituirla desde hace tiempo en favor de Miriam Morandy, comadre de Cilia Flores y pareja de un militar capturado en Maiquetía con una valija llena de droga -, se ha dedicado a introducir recursos y amparos para cubrir todas las instancias que la llevarán al llegadero: destituir a Maduro. Ella misma advirtió que está facultada para ello, contando con el refuerzo de una Asamblea Nacional que es el último cuerpo electo por los venezolanos y la no validez de un Tribunal Supremo de Justicia desprestigiado mundialmente por inconstitucional. Eso dejaría todo en manos de Fuerte Tiuna, en donde se libra la sorda batalla entre Padrino y Reverol.