El guiso está hirviendo

La semi-libertad de Leopoldo López, preso emblemático, es paso indicativo de un acuerdo firmado por la Unión Europea con Cuba a principios de este mes, el cual en su cara oculta contiene el cronograma de la normalización política en Venezuela, proceso acelerado por la urgencia de proceder al reparto del petróleo y gas encontrados por Exxon-Mobil frente al Esequibo, providencial hallazgo que obliga a establecer un régimen de legalidad en los Estados que deberán firmar el contrato de arrendamiento.

La semana pasada, días antes de la reunión del G20 en Hamburgo, donde debió lidiar con Estados Unidos, China y Rusia, la Unión Europea cerró con Cuba un acuerdo que le asegura rol protagónico en la transición venezolana y donde consta, en agenda que puede ser secreta o simplemente no escrita, la manera como esa transición habrá de producirse.

Es un tema, ese de la providencial «injerencia» europea, sobre el cual venimos informando desde hace dos o tres años -no recuerdo exactamente cuándo, ni me importa: a estas alturas  prefiero la intemporalidad según la cual esta guerra termina cuando la ganemos, así que no miro mucho el almanaque. Para aquella fecha, la Unión Europea, en plan de negocios, anunció que sostenía avanzadas negociaciones con Cuba para abrirle a ese país su mercado a cambio de ventajas para las inversiones europeas. Por supuesto que eso no se dijo; pero es obvio, como lo es -y así lo destacamos siempre- que el interés de Europa no es Cuba, sino su colonia venezolana, esa que por Capitán General tiene a Nicolás Maduro.

El negocio parecía listo cuando el año pasado los cubanos de Miami alertaron a Washington sobre la jugada y Obama se movió para que Estados Unidos no quedara fuera del negocio -de allí aquel discutido viaje del sandunguero presidente americano a La Habana, al cual respondió Europa con un opulento desfile de modas en el Paseo del Prado en honor a las elegantes herederas de la revolución, cuyo poder adquisitivo es principesco, mucho mayor que el de sus homólogas venezolanas, lo cual no es poco decir. Desde entonces presenciamos un pulso entre Estados Unidos y Europa por la flor de Marisela, la doncella que en la metáfora de Gallegos es codiciada por el inescrupuloso Míster Danger, quien ya no es gringo nada más, sino  también gallego, como Rajoy.

No es que los americanos se durmieran. Con permiso de Guyana -que así violó el acuerdo de no explotar el Esequibo en disputa, mientras nuestros arrechos generales compran kerosén-, Exxon-Mobil exploró hasta encontrar en aguas territoriales de la zona disputada el mayor bolsón energético actualmente comprobado. Al mismo tiempo de ese hallazgo, Exxon-Mobil asumió el poder en Estados Unidos a través de su candidato, Donald Trump. Eso fue por diciembre pasado, cuando los venezolanos sentían que Maduro no aguantaba un empujoncito. Cuando ese empujoncito iban a darlo, hubo movimientos tan extraños que hasta el Papa Pancho tuvo un comportamiento anormal. Como expliqué en su hora, aquello fue porque los dos aspirantes a la virginidad de Marisela no se habían puesto de acuerdo sobre qué parte de la niña le tocaría a cada uno, o qué día de la semana. Le torcieron el brazo a la MUD y ésta tuvo que paralizar la ofensiva, porque realmente no puede antagonizarse con los dos gigantes que decidirán el cambio político en Venezuela.

De diciembre para acá el Bolsón del Esequibo, tan sagrado que ni se lo menciona en los medios, ha conferido una importancia capital a Venezuela y convertido en indispensable la regularización de la vida política este país.  El tesoro está en unas aguas cuya propiedad está siendo formalmente discutida entre Venezuela y Guyana desde que Betancourt y Leoni en los años sesenta lograron llevar el caso a los organismos internacionales. Exxon-Mobil no puede invertir millardos y millardos en territorios o aguatorios que no se sabe de quién son y por tanto con quién contratar el alquiler. Por innegable complicidad del chavismo con Guyana -¡Vergüenza, generales!-, el tema dormía en las Naciones Unidas hasta que Rex Tillerson (Tiranosaurus Rex de nuestro tiempo), capo de Exxon-Mobil, como Secretario de Estado  asumió  en diciembre el mando de la política internacional estadounidense. Como por arte de magia el Secretario General de las ONU recordó que lo del Esequibo lo tenía en una gaveta. Lo sacó de allí y lo encomendó a un  noruego cuyo nombre no he podido aprender, árbitro calificado que antes arregló la guerra de los Balcanes. Éste ha anunciado que si no logra un acuerdo este año pasará el caso al tribunal de la Haya. Allí nos meterán media lagartijera, otro favor que deberemos a Chávez, a Maduro y a sus heroicos generales.

A estas alturas, Europa y Estados Unidos deben haberse puesto de acuerdo sobre cuánto de esa Marisela esequiba  le tocará a cada uno. Exxon-Mobil, que cortará el bacalao, tendrá la mayor tajada, pero algo le dará a las europeas, especialmente a Repsol, la petrolera de España, cuyo gobierno es el que más y mejor se ha movido. (¡Eeeeso, Timoteeooo!). Y a la Eni y a todas las demás.

 Razones tengo para decirles que el acuerdo entre Europa y Cuba firmado hace unos días contiene, en su lado oscuro, el cronograma por el cual la situación política venezolana se irá regularizando pari passu con los demás aspectos de un problema que se ha vuelto complejo. España, que en este caso ha sabido defender sus intereses, se dispone a acoger a los narcos maduristas perseguidos por la DEA. A Leopoldo, preso emblemático, le aflojaron la soga al día siguiente de firmarse ese acuerdo y… no sé, pero me huele que Raúl Castro le irá diciendo a Maduro donde debe ir aflojando -respeto a la Asamblea Nacional, porque si no, cómo-,  hasta llegar a unas elecciones presidenciales con Tribunal Supremo respetable y Consejo Nacional Electoral equilibrado. A todas estas, me pregunto qué harán para la cena, porque comida no hay.

Si lo que les digo no les gusta, no la paguen conmigo, menos con la pobre MUD, que ha hecho esfuerzos heroicos no sólo para recuperar la libertad y algo salvar de la dignidad nacional entregada por Chávez, Maduro y los ya referidos generales. Más bien pregúntenles a los irresponsables que en 1998 votaron por un teniente coronel raspado en el curso de Estado Mayor, cuál será su próxima ocurrencia en materia de conducta electoral.