Castro y la opresión de Cuba no fue un tema central en la Asamblea General de la ONU de este año. Tras décadas de ser uno de los principales problemas del mundo, su pupilo Nicolás Maduro le robó los focos junto a Irán y Corea del Norte, el nuevo eje del mal. Sin embargo, no se puede decir que el alumno superó al maestro, ya que el alumno no es más que una marioneta del maestro. Tras la vacilada del dictador cubano a Barack Obama, el hemisferio occidental ha entendido que la mejor manera de resolver el problema en La Habana es resolviendo el problema en Caracas.
Pero al madurismo no se lo quieren cargar sólo por la influencia cubana. Lo que ocurre en Venezuela es la receta perfecta para convertir a un país en una amenaza para la sociedad global: ejecutar todo el manual de violaciones de Derechos Humanos, corrupción a escala mundial, paraíso para el narcotráfico y nexos con el terrorismo islámico. La decidida arremetida del gobierno del partido republicano en Estados Unidos -administración con muchos episodios censurables, pero con mucha más efectividad en el caso venezolano que su contraparte del partido demócrata- ha activado también al resto de América y, sobre todo, a Europa.
En la política real, hay que buscar la razón de las cosas en cualquier otro lugar que no sean los discursos de los políticos. Usualmente, en los capitales financieros que los sostienen y los intereses de seguridad hemisférica. En el caso de Venezuela, las petroleras estadounidenses y europeas se fajan para que ninguna prevalezca a la hora de repartir la torta de las mayores reservas de crudo, aunque Exxon Mobil parte con considerable ventaja. A Suramérica algo le quedará, pero les bastará con que se reactive la economía venezolana para sumarla al buen andar de los otros titanes -Colombia, Argentina y Brasil- tras el irreal boom de las materias primas en la primera década del siglo.
En cuanto al factor seguridad, Estados Unidos necesita cuanto antes desactivar a un régimen que permite la creación de autopistas de la droga que llevan directo a territorio norteamericano. Esas rutas, además, son utilizadas por terroristas para infiltrarse. Los halcones del Pentágono han sido claros al respecto en diversas declaraciones oficiales que hemos mencionado en otros informes. Además, se trata de extirpar definitivamente el cáncer de la influencia rusa, que responde a intereses diametralmente opuestos a los occidentales. Esto se creía solucionado tras la caída de la Unión Soviética, pero se dejó latente el foco cubano y, por ahí, la enfermedad volvió a cubrir al cuerpo americano. Con un vecino así no se puede convivir.
La región suramericana, por su parte, ha entendido que no habrá paz mientras siga el foco perturbador en Venezuela. Colombia, por ejemplo, no dormirá tranquila mientras guerrilleros y paramilitares cuenten del otro lado de la frontera con un santuario desde donde seguir operando. ¿Se imaginan al partido FARC financiado por su ala narcotraficante? Además, la crisis humanitaria ha empujado a los venezolanos a correr por sus vidas a hospitales y mercados en la frontera tanto colombiana como brasileña, sin contar a los millones de emigrantes que intentan hacer vida en cualquier rincón del mundo.
Cuál es el plan
La posible intervención militar de Estados Unidos en Venezuela es solo un recurso retórico de Trump, lo cual no significa que el Comando Sur no esté plenamente preparado para ese escenario. Si en alguna operación armada a gran escala está concentrado el Pentágono es en la de Corea del Norte. Sin embargo, Washington cuenta con un alto repertorio de posibilidades para obligar al régimen venezolano a seguir el camino que luce más expedito: el cumplimiento de la Constitución. A esa labor se ha sumado la Unión Europea, dispuesta a asfixiar financieramente a los jerarcas maduristas, que cometieron todos, salvo algunos como «el ruso» Vladimir Padrino, el mismo error: colocar sus centavos en bancos estadounidenses y europeos.
En ese sentido, los venezolanos deben mentalizarse de que no existen soluciones milagrosas. No habrá renuncia de Maduro puesto que necesita asegurar su destino antes de irse y tampoco se celebrarán elecciones generales puesto que ese recurso no aparece en la Constitución. Tampoco se ve probable, salvo carambola, una intervención militar extranjera o un golpe de Estado militar. Lo que hay, aunque no sea lo ideal, son elecciones regionales, municipales y presidenciales. En el camino, liberación de presos políticos, reconocimiento a la Asamblea Nacional y ayuda humanitaria. De la Constituyente ni hablemos, que ese tarantín no existe.