La noche del sábado, que fue la última de septiembre, la despedimos con un concierto de piano ejecutado por el argentino Raúl Di Blasio en el Comber Hall de la Iglesia Santa Teresita de Little Flower, en Coral Gables. Fue un concierto benéfico, esto es, la iglesia necesitaba un piano nuevo y Dios, que hace los arreglos a su manera, le dio la vuelta para que el bello templo hiciera realidad su sueño. Que no se trata de cualquier piano, ni de un piano usado o reparado donado por algún devoto, como suele ocurrir. Con la boletería agotada a precio de Metropolitan Opera House, la comunidad le dio el gustazo a la casa de Dios con este piano cuyo costo debe rondar los 100 mil dólares. Hablamos de un Steinway & Sons de cola, modelo D-274, considerado el mejor piano del mundo. ¿Qué es un Steinway D-274?, se preguntarán algunos lectores porque no todos somos versados en instrumentos musicales. Principiando por mí, que adoro la música en todas sus manifestaciones porque estoy convencida que la vida, sin música, sería muy triste. Por algo Shakespeare advirtió: No confíes en un hombre que no se detenga ante la música. Hablamos de un piano de cola de 500 kg, 157 cm de anchura, y 274 cm de longitud, que constituye la simbiosis perfecta entre un cuidadoso trabajo artesanal que proporciona el inconfundible volumen sonoro y el modo de ejecución único que fascina al público por su excelente sonido. Este piano está en el 95% de los grandes escenarios musicales del mundo.
Quien escuche su sonido quedará maravillado para siempre, cuanto más si quien lo acaricia con dedos que parecen alas, es este argentino que tantas veces visitó aquella Venezuela increíblemente próspera y hermosa para deleitarnos con sus conciertos. Imposible olvidar las admirables manos de Raúl Di Blasio que parecen volar sobre el teclado blanco y negro con la delicadeza de un amante que no se decide a posarlas sobre el frágil cuerpo de la amada.
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Fue un concierto único, inolvidable, que se encriptó en la memoria musical de quienes tuvimos el privilegio de escucharlo y volar en el tiempo con un repertorio cuidadosamente escogido para una audiencia multirracial, conocedora de la buena música. Y así fue. Con el añadido del showman que interactúa con el público al que divierte contándole anécdotas de su larga carrera como pianista. O bien con chistes como: Exigí -dijo- dar el concierto en la Iglesia, pero las autoridades religiosas no aceptaron porque los santos podían caerse. Así el concierto que había sido anunciado como corto se extendió a más de dos horas. Di Blasio llegó a Miami el sábado a mediodía procedente de México donde la noche anterior acarició durante cuatro horas otro Steinway para otro concierto benéfico, esa vez para las víctimas del terremoto del 19 de septiembre en México.
Raúl Di Blasio es un reconocido pianista argentino que comenzó sus estudios musicales inducido por su padre, fogueándose con la técnica clásica, pero también le gusta la música popular. Comenzó sus prácticas de piano en Buenos Aires donde perfeccionó su arte dedicándole doce horas diarias al estudio del piano y, según sus palabras, “sentía alas en mis dedos”. Quedó demostrado esa noche única. Bueno, aquí, en Miami, el concierto “corto” se extendió por más de dos horas. Y el público deliró. Di Blasio (1949) trabajó en un bar para sobrevivir, según contó, pero también acompañó a Julio Iglesias y Rocío Dúrcal en el Festival de Viña del Mar. También grabó un disco con Armando Manzanero, el cual el amigo Alberto Bernain promete hacerme llegar desde Caracas. Como se sabe, Di Blasio tiene un contrato con la famosa firma de Steinway, fundada en 1853, en Nueva York, por el inmigrante alemán Heinrich Engelhard Steinway, y fue gracias a esta firma que uno de los pianistas más famosos del mundo realizara el concierto benéfico -la casa Steinway & Son costeó los honorarios y gastos del pianista para que el instrumento se pagara con venta de la boletería.
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Di Blasio se presentó en Venezuela en numerosas ocasiones. Esa noche recordó y lamentó con un profundo suspiro que produjo un largo silencio en la sala repleta: Venezuela…, ¡qué país!, y cómo lo tienen. Seguidamente interpretó Alma Llanera y Caballo viejo y las lágrimas no se hicieron esperar… Siguieron otros temas tan bellos como Amor eterno, El día que me quieras, Farolito, Solamente una vez, Limeña y, por supuesto, A mi manera. Despidiéndose a duras penas de “esta noche que ha sido mágica”. ¡Bravo, maestro!