Por qué es contraproducente la inmolación de la MUD

         La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) nació como una coalición de partidos políticos que decidió enfrentar al gobierno de Hugo Chávez por la vía electoral luego de que fracasaran en el primer quinquenio de la llamada Revolución Bolivariana estrategias como manifestaciones callejeras, el paro nacional, huelga, abstención y hasta un golpe de Estado. De esa manera, las toldas opositoras decidieron unificarse para socavar el apoyo popular al oficialismo, una tarea que tardó años por la bonanza petrolera con la que gozó una administración abiertamente populista con un control total del Estado. Sin embargo, ladrillo a ladrillo, la MUD logró convertirse en una opción real de poder que culminó su gesta el 6 de diciembre del 2015 al conseguir los 2/3 de la Asamblea Nacional.

         Fue la primera vez que la MUD pudo saborear las mieles del poder real, sabiéndose la primera fuerza política del país de una manera tan abrumadora que ni el subordinado CNE pudo impedir esa realidad. La oposición pasó a gobernar uno de los tres poderes más importantes del país, consiguiendo el apoyo de la comunidad internacional hasta ese momento influenciada por los petrocheques firmados por Chávez. Miraflores parecía a la vuelta de la esquina.

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         Pero la MUD se creyó la MUD demasiado pronto. Se olvidaron que en Miraflores seguía instalado un proyecto totalitario que no se iba a rendir tan fácil porque tenía demasiado que perder. La coalición opositora contaba con un fin claro, ganar elecciones, pero no con una estrategia para actuar desde el poder ni un plan b en caso de que el PSUV dinamitara la vía electoral. Muerto el ahijado por el cual eran compadres (las elecciones) la dirigencia opositora hizo públicas sus diferencias en un bochornoso espectáculo que tiene contra el suelo a quienes piensan la política con los sesos y no con las entrañas. En el mundo racional, la exposición de las miserias causa un palpable desasosiego.

Riña opositora alarma al mundo

         La comunidad internacional ha sido explícita esta semana al pedirle a la oposición que se mantengan unidos. El Grupo de Lima lo hizo a través de un comunicado suscrito posteriormente por el Departamento de Estado de Estados Unidos. La Unión Europea lo expresó mediante el Premio Sajarov que otorga el Parlamento Europeo, otorgado a toda la oposición el por su lucha a favor de los Derechos Humanos. Este punto sirve para exponer cómo ha operado la MUD a nivel internacional. Simplemente, desunida. Cada partido y cada grupo lleva su propia agenda, que incluye denostar del otro supuesto correligionario. La nominación al Premio Sajarov, impulsada por la eurodiputada española Beatriz Becerra, comenzó siendo para Leopoldo López. Luego, se le acercaron los familiares de los otros presos políticos exigiendo su participación. Después los escuderos, Julio Borges con la excusa de la Asamblea Nacional y otros más. Por poco los egos dieron al traste con el Sajarov, pero Becerra logró salvar la propuesta al zanjar el asunto englobando a toda la oposición.

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         Episodios como éste se repiten en los distintos foros internacionales, en donde los principales partidos, ONG, abogados y demás activistas no se limitan a cabildear por su propuesta sino a atacar a la del otro. «No oigas a Fulano, óyeme a mí». Un importante personaje internacional nos expresó su preocupación por la desunión, ahora más palpable por la inmolación de la MUD, en cuanto a que no sabrán con quién canalizar la ayuda.

Nada de esto quiere decir que el madurismo no caerá. La jugada vendrá de afuera, pero no será orquestada por los apreciados Almagro o Tajani, amigos invaluables de los venezolanos. Serán los intereses económicos de Washington y de Moscú, que son los de Exxon Mobil y Rosneft, los que animarán definitivamente a Maduro a entregar el coroto. Ahora bien, ¿después qué? Desunidos, ni Allup, ni Capriles, ni Leopoldo ni María Corina llegan a Miraflores. Las cuentas no les dan y la política real tampoco. Es lo que tiene tan feliz a Diosdado, quien no para de sonreír mientras desempolva sus lecciones de inglés.