Varios reporteros hacen vida en una complicada realidad española. Unos con mejor suerte que otros, todos apasionados del periodismo deportivo.
Contar historias. Eso es lo que me apasiona. Historias deportivas, generalmente, pero historias al fin. Hoy, saltándome una regla no escrita en el periodismo, paso a contar en primera persona, con testimonios cercanos, las distintas realidades de varios periodistas deportivos venezolanos. Mientras sirvo de ventana para mostrar las realidades de mis colegas, intento mantener a flote mi pasado reciente como redactor deportivo. En los momentos libres que me brinda atender una tienda de artículos de montaña –después de haber sido camarero-, avivo el recuerdo de cubrir, para el Diario Líder, el día a día de los Leones del Caracas en la LVBP. O el pasado más lejano en Contrapunto.com y el Diario Meridiano.
Aquí está el relato de realidades, experiencias e historias distintas que alguna vez tuvieron algo en común. Mundos que vuelven a estar unidos por una vida migratoria muchas veces sorprendente, cruel, complicada y satisfactoria al mismo tiempo. Hablan las voces del periodismo deportivo venezolano, hoy regadas por España.
Recuerdos del “JBP”
Los últimos años, el “José Bernardo Pérez” de Valencia, la casa de los Navegantes del Magallanes, contaba noche a noche con la presencia de John Griswold. El periodista especializado en beisbol, saltó de ser reportero del diario local El Carabobeño hasta ser coordinador de béisbol en el diario Meridiano, de circulación nacional.
Recuerdos que lucen aún más grandes mientras atiende en una conocida franquicia de Café en Madrid. “Tengo ocho meses en España. Me costó cerca de dos meses para conseguir trabajo así que no me ha ido tan mal”, comentó. “La cultura española me gusta mucho y por eso la adaptación ha sido dentro de todo fácil. Creo que las culturas no son tan distintas entre Venezuela y España y eso me hecho la cosa más sencilla”.
Luego de haber pasado una temporada en Chile como dependiente de tiendas, la hostelería madrileña lo acogió como un soldado más, aunque tiene su desahogo eventual. “Estoy haciendo cafés, algo que nunca pensé que haría en mi vida, pero también estoy trabajando como freelance para una página escribiendo de deportes, cuya paga es casi simbólica y lo hago más que todo para mantenerme redactando, que es realmente mi pasión”, explicó.
Pero entre café y café, la mente no renuncia a un futuro más parecido a su pasado laboral. “No pierdo las esperanzas, pero en nuestra profesión es muy difícil entrar a trabajar sin contactos. Y es lo que me ha costado más, ir haciendo contactos para abrirme paso. Además que invierto mucho tiempo en mi trabajo que es lo que al final me da de comer. Igualmente tengo poco tiempo aquí y queda mucho por recorrer”.
No obstante, regresar a Venezuela no está entre sus planes cercanos. “Eso sí, por más complicado que pueda ser España, no tengo intención de regresar a Venezuela. Lamentablemente la situación es insostenible y prefiero estar aquí, que pasando trabajo en mi país”.
Inmigrante planificado
Daniel Prat era uno de los periodistas especializados en fútbol más reconocidos de Venezuela en su momento. Las coberturas del fútbol nacional tenían su nombre grabado como principal referencia informativa.
Ahora, el talento de Prat se mudó a Barcelona, España, luego de haber pasado una buena temporada en Vitoria. Su destino no pasó por servir comida o atender tiendas. Al contrario, el viaje del caraqueño fue de otro color.
“Cuando me vine, ya tenía la idea de trabajar en temas de gestión y Marketing deportivo”, explicó Prat, quien hizo un MBA en Gestión Deportiva de la Universidad Europea de Madrid en el programa con el Real Madrid. “Ya sabía que quería dedicarme a este ámbito. Por eso es que la verdad no busqué mucho en periodismo como tal”.
“Por suerte luego de graduarme, dos días después me fui a Vitoria a trabajar con el Baskonia y ahora estoy en Barcelona con el Juventut de Badalona (equipos de baloncesto) siempre en ticketing”, dijo el antiguo redactor del Diario Líder, quien confesó que la situación de Venezuela “por supuesto que influyó pero fueron un compendio de factores los que me llevaron a salir del país”.
“Es una experiencia totalmente diferente y estoy muy contento”, aseguró. “Me ha servido muchísimo el periodismo porque antes comunicaba para informar y ahora comunico para vender entradas. Extraño muchas cosas como los viajes, el ambiente y cosas como esas. Pero estoy muy contento con lo que hago ahora”.
Cuestión de Familia
Hace más de dos años que Manuel Lira salió de Venezuela con su esposa y sus dos hijos. Dejó atrás años de carrera periodística cubriendo a los principales equipos de béisbol, sobre todo, a los Tiburones de La Guaira.
Al tomar la decisión, su destino era España, pero tuvo que tomar el camino más largo para llegar hasta ahí. “Emigrar no ha sido una tarea fácil”, dijo en uno de los pocos momentos libres que tiene al tiempo que se encarga de los quehaceres del hogar, mientras espera su legalidad en la capital española.
“Desde que tomé la decisión sabía que no era sencillo, pero vivirlo es más complicado de lo que imaginaba. Primero me fui a Quito, Ecuador, por temas económicos. Pero con la mente de hacer más capital porque somos una familia de cuatro personas y luego saltar el charco a Madrid”.
La nostalgia fue su gran compañera durante los primeros meses, pero luego de la adaptación – y conseguir los papeles en regla para trabajar- la realidad fue tomando otro color. “Ya legal y con cédula ecuatoriana en mano, emprendí la tarea de buscar empleo y me encontré en la calle mucho desempleo debido a la caída del petróleo y el gobierno de Rafael Correa redujo muchísimo personal en los ministerios y el desempleo subió”, dijo.
“Logré conseguir trabajo en una cadena de comida rápida. Fue un solo mes porque me llamaron de un diario llamado Metro que está en varios países alrededor del mundo, pero fue un mes durísimo”, aseguró. “Confieso que lloré en el baño del local varias veces, no por creer que el trabajo es indigno porque ningún trabajo lo es, sino por volver a tocar piso, por el golpe de la vida, por meterme mi título por el (…) y soportar malos tratos de personas que no están a tu altura. Pero fue lección de vida y de humildad”.
El camino en Madrid para él apenas comienza. Espera conseguir la legalidad para buscar trabajo y cuida de sus hijos mientras su esposa (con documentos europeos) puede trabajar. “En líneas generales, profesionalmente ha sido un retroceso porque el trabajo que tenía en Venezuela como periodista deportivo era mejor, pero en calidad de vida mi familia y yo hemos ganado muchísimo”.
Una de cal y otra de arena
Los sacrificios suelen traer recompensas, y en el caso de Pedro Moreira así lo ha sido. Dejó atrás un puesto envidiable en su fuente (el baloncesto), como jefe de prensa de la Liga Profesional y desembarcó en Madrid. Una ciudad a la que no le importó su pasado como comentarista de DirecTV Sports o sus años de redactor en el diario El Nacional.
Él, como muchos otros venezolanos en la capital de España, comenzó a generar dinero como repartidor de comida a domicilio y ahora, por fortuna, ejerce la profesión en uno de los principales diarios deportivos del país.
“Emigrar es una lucha constante contra ti mismo. Estás solo y la única ayuda que tienes eres tú mismo”, opinó Moreira. “Afrontas distintas situaciones que quizás en tu país no enfrentabas. Yo me vine en septiembre de 2016, principalmente por la situación económica de Venezuela. Tenía un muy buen sueldo como Jefe de Prensa de La Liga Profesional de Baloncesto y recibía aumentos constantes de sueldo, pero el dinero no me daba para satisfacer mis expectativas”, confesó.
“Lo primero que hice al llegar a España fue repartir comida en una moto. He pasado frío a menos tres gados, lluvias y mucho calor en verano. Uno piensa que no está preparado para algunas cosas, pero en la realidad logras salir adelante”. Ahora, sin dejar de producir con su moto, Moreria disfruta de lo que sembró. “Gracias a Dios hace algunos meses comencé en el Diario AS y lo intercalo con el trabajo de repartidor. Es parte del crecimiento personal y profesional. Es un reto diario que afortunadamente te hace entender que los valores y lo aprendido en Venezuela sirve para salir adelante en un lugar tan lejano”.
Venezuela en positivo
Entrar en el mundo del periodismo deportivo en España lleva, en muchos casos, años de sacrificios y de muchísima paciencia. Pero algunos han tenido la fortuna de comenzar el camino migratorio en la península ibérica ejerciendo desde el primer día.
Antonio Díaz Madrid, fotorreportero margariteño, ha tenido un camino soñado para muchos periodistas en Madrid –no necesariamente fácil. “Siempre es duro salir de tu país, dejando la comodidad de tu hogar, de tu familia, tus amigos y todo eso”, aclaró el joven fotógrafo. “Pero por tener más tranquilidad, uno decide salir de Venezuela. Yo por suerte tenía algo pre-acordado con una empresa editorial y al segundo día de llegar ya estaba con mi cámara haciendo fotos y videos a grandes deportistas de alto rendimiento en España”.
Aún dentro del periodismo, la adaptación lleva su tiempo, pero en su caso encontró en España las opciones que su país le negó. “Curiosamente, España me brindó las oportunidades que no me brindó Venezuela. Allá tuve muchas dificultades para trabajar en medios nacionales, pero tuve la oportunidad de ser corresponsal del Diario Marca mandándoles fotos y reseñas del fútbol venezolano. Eso me dio un poco más de posibilidades de encontrar lo que actualmente estoy haciendo”, contó.
“Adaptarse a las formas de trabajar de una sociedad que no conoces es duro. Sin embargo, a diferencia de otros colegas, he tenido la suerte de llegar con trabajo y poco a poco fui abriéndome al fútbol que es realmente mi pasión. Pude hacer fotos en Liga de Campeones, La Liga Española, La Copa del Rey”, relató el venezolano.
“Obviamente, quiero seguir aprendiendo y mejorando aquí en España. Ojalá pueda ir creciendo de la mano de un club, pero lo más importante de todo es que quiero seguir siendo feliz aquí en Madrid”, dijo.
Cinco voces y cinco historias –además de la mía propia. Periodistas deportivos que sin bajar la guardia se abren paso en la difícil realidad laboral española.