Se supone que las necesidades y los errores enseñan, así que es hora que los venezolanos levanten cabeza en un país que ha sido bendecido con las mayores riquezas que puede brindar la naturaleza a un solo territorio.
Por JURATE ROSALES
Provoca sacar dos listas parale-las. La primera sería reunir lo que representa el petróleo, el oro, el hierro y toda una gama de riquezas que brinda la minería, agregarle grandes ríos para represas, tierra propicia para la agricultura y la ganadería, playas, montañas y tepuis para desarrollar un emporio turístico de gran envergadura y dotar ese paraíso terrestre de una población con niveles de preparación para aprovechar todas esas riquezas.
Por el otro lado, aparece el absoluto desastre de PDVSA con la entrega de sus refinerías a chinos y rusos, la imperdonable pérdida del Esequibo, una agricultura en ruinas incapaz de alimentar a la población, una presunta elite gobernante manchada de las peores acusaciones de todo tipo y una población famélica, presa de enfermedades que hace décadas ya habían sido erradicadas.
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Queda un tercer aspecto: el de la preocupación casi mundial para sacar a Venezuela de su tragedia y en eso parecen reunir esfuerzos la Casa Blanca, la OEA, la Unión Europea, las Naciones Unidas y la casi totalidad de los países de América.
¿Será posible que la ceguera política criolla termine impidiendo la llegada de esos socorros? Será posible que la torpeza local llegue a cansar hasta al más samaritano de los socorristas? Dejo la pregunta en el aire a los «candidatos a presidentes» cuyo advenimiento se ve cada día más lejos.