La periodista colombiana Sally Palomino explica que el desabastecimiento en Venezuela se ha convertido en un negocio lucrativo en Colombia, donde se trafican toda clase de productos, muchos de ellos de contrabando.
Por Sally Palomino
Las canoas cruzan el Arauca cargando naranjas, cebollas, mayonesa, pasta de tomate, cigarrillos, electrodomésticos, carne de res y de cerdo, cajas repletas de bolívares. En Arauca el término “bachaquero” ya es familiar.
Lisbeth Colmenares enseña sus pies hinchados. Recorre las calles de Arauca con una canasta de mercancía en el hombro. “Hay que estar dispuesto a andar y andar, a que te digan no, a que te manden a la policía”, dice. Tiene 28 años y dos hijos, a los que ha dejado en Barquisimeto. A Arauca llega con carteras, cortaúñas, bolígrafos. De regreso a Venezuela lleva arroz, azúcar y botellas de aceite.
Alba Pinilla es líder comunal de un asentamiento que se ha llenado de venezolanos. “Llegan con hambre. Traen cosas para vender porque es la única forma de conseguir algo. Necesitan ayuda”. La oficina de Migración registra en esa frontera 2.800 venezolanos por día, que atraviesan el puente Páez, único paso legal de los 40 que existen en esa zona: de los demás no se sabe. Según datos oficiales, en Colombia hay 469.731 venezolanos, 170.000 irregulares. A 97.667 ya se les cumplió el tiempo de permanencia.
Miguel Landaeta se ha hecho popular por el queso y el pescado que trae de su país. “En el camino me toca dejar algo a la Guardia venezolana para que me dejen salir y estando acá corro el riesgo de que la policía me quite todo”.
El pasado 18 de octubre, carros con uniformados armados arrasaron los puestos montados por venezolanos en la ribera del Arauca. “Nos quitan unas cantidades de carne que no son nada comparado con el tráfico de ganado que existe”, dice uno. En junio reapareció un brote de aftosa en Colombia. Según el Ministerio de Agricultura se dio por unos bovinos procedentes de Venezuela. Un novillo se vende en Venezuela en 100 dólares mientras de este lado se comercializa en 664 dólares.
En Brisas del Puente viven más de 200 familias. Hasta hace un par de años eran colombianos refugiados en casas de lata porque la guerra las sacó de sus fincas, pero ahora los venezolanos parecen mayoría. Carolina Hidalgo es una de ellas. Tiene 32 años, cinco hijos y un nieto. Cuida motos cerca del mercado, de sol a sol, a cambio de cualquier moneda. “Teníamos que salir, así nos tocara dejar nuestra casa”, dice con tristeza. Su vivienda era de ladrillo y cemento, en la que vive ahora es de latas, no tiene agua potable.
El Consejo Noruego para los Refugiados y ACNUR asesoran en los trámites legales. Migración dice que en esa región 210 menores han sido registrados en el sistema educativo y 290 venezolanos han recibido atención, pero las canoas siguen cruzando el río y hay pasos que ni las ONG han podido pisar. La guerrilla ELN domina cruces. En abril fue secuestrado un bachaquero y después dos venezolanos fueron asesinados.