Acreedores esperarán renegociar deuda con un nuevo gobierno

Dos factores pesan en las últimas semanas sobre la administración Maduro: una hiperinflación fuera de control y que menos del 10% de los tenedores de deuda acudieron a la reunión con voceros del gobierno. Los ejemplos históricos en estos casos, permiten prever situaciones de cambio político y económico.

Por ALEX VALLENILLA

 Venezuela se encuentra en ple-no colapso económico. El último capítulo que desde hace un par de años se viene previendo en este mismo espacio, respecto al impago de deuda, está ya en su fase de concretarse. La última semana la administración Maduro se ha visto sumamente complicada para pagar deuda externa, a pesar de que tiene un repunte en el precio del petróleo, con una fuerte recuperación en los últimos meses, sobre los 50 dólares el barril. Esto no ha sido suficiente para evitar que el derrumbe de la economía tenga a la población sin dinero efectivo, con un fuerte déficit de gasolina, con el sector de transporte público y de carga apenas operando en un 30%, un desplome de las importaciones de alimentos y medicinas en más de 80%, con pobreza generalizada bordeando 70%, con el sector sanitario prácticamente destruido y la peor inflación del planeta en casi 900% según las cifras oficiales de la Asamblea Nacional (AN).

El retraso de pago de intereses por el orden de 200 millones de dólares, fuera del período de gracia establecido, hizo que las principales calificadoras de riesgo colocaran a Venezuela en el rango de “default selectivo”, lo que indica que el mundo financiero global, que venía advirtiendo que había 99% de probabilidades de impago de deuda, acertó, a pesar que el gobierno  informaba que ya se habían hecho las transferencias, además de reportar una “exitosa” reunión con tenedores de bonos de deuda, la cual resultó ser prácticamente desierta al no contar ni con 10% de los inversores y por no haber acuerdo alguno.

Las opciones

Ahora viene la situación en que los acreedores deben atenerse a dos opciones, según lo detalla el analista de mercados Matt Levine. La primera opción es aceptar la reestructuración de deuda, asumiendo algunas pérdidas a cambio de que se cumplan sus reclamos, la segunda es que se mantengan fuera de las negociaciones de reestructuración y se mantenga la apuesta de que en un cambio de gobierno, puedan entrar en un proceso de renegociación legítimo.

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La primera opción no es viable para los inversores, de hecho el número de tenedores de bonos que acudieron al llamado de reestructuración revela que el mercado no confía en una propuesta de renegociación. La razón es que Estados Unidos tiene prohibido el comercio con bonos de deuda de Venezuela y Pdvsa, debido a las sanciones que ha aplicado a funcionarios públicos claves del oficialismo, que no podrán representar al país ni a la corporación petrolera en ningún tipo de acuerdos por estar incluidos en las “listas negras” del Departamento del Tesoro.

Además, la situación financiera del país, en materia de disposición de divisas, de caída de la producción petrolera y la deprimida economía venezolana en todos sus sectores no alientan a que un inversor se aventure a realizar ningún tipo de negociación con la actual administración, que ha tenido que recurrir a Rusia, para recibir “respiro” financiero, que no es necesariamente que reciba dinero fresco de los rusos, sino que estos señalaron la reestructuración puntual de la deuda que Venezuela tiene con Rosneft, la petrolera rusa.

En la segunda opción, los tenedores de deuda, imposibilitados de lograr algún acuerdo con la administración Maduro, tendrán que sumarse al resto del mundo que viene sancionando y presionando salidas de la crisis venezolana. A la ONU, OEA, el Grupo de Lima, los norteamericanos y europeos, se les terminarán sumandose los inversores de deuda.

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En el mercado hay una especie de consenso de que la deuda venezolana se va a reestructurar o renegociar, pero en un gobierno distinto y se especula que dadas las condiciones políticas, sociales y económicas que acorralan al sector radical del PSUV, todo el andamiaje en que está parapeteado el actual gobierno, termine sacudido por situaciones sobrevenidas que aceleren su desmontaje y que en un hipotético nuevo gobierno, se produzca la reestructuración. De ser así, esto arrojaría gigantescas ganancias a quienes en estos momentos compran títulos venezolanos a precios irrisorios.

Esa segunda opción es más riesgoso y altamente especulativa, pero es de las pocas opciones que un inversor pueda tener, ya que esperar un proceso de embargos de activos venezolanos en el extranjero, con  Citgo como garantía, no luce un negocio rentable o atractivo, menos cuando Crystallex International tiene un fallo a su favor contra Venezuela y trata de reclamar los activos de la petrolera Citgo para satisfacer su demanda.

La confusión sigue en el mercado, señala Levine. Si Crystallex logra su cometido, esto animaría a otros acreedores a realizar reclamos similares, de lo contrario tendrán que apostar por el cambio de gobierno, ya que renegociar con el actual, no es viable, ni es permitido.

El fin

Los efectos del impago de deuda por lo general producen en un país traumas económicos, como los que ocurrieron en Grecia cuando no pudo pagar la deuda y el Estado tuvo que aplicar fuertes recortes de salarios, de personal en la iadministración pública, reformar el sistema de pensiones, entre distintas medidas.

En el caso de Venezuela, se vive una crisis económica jamás vista, que se viene consolidando desde 2013, cuando asumió Nicolás Maduro como presidente. Desde entonces hubo un incremento del valor del dólar en el mercado oficial, de más de 81.000%, hasta quedar el cambio totalmente paralizado, con ya casi un mes sin que haya más aprobaciones de divisas en el último mercado que estuvo funcionando, el Dicom, cuando alcanzó al menos 13 mil bolívares por dólar para algunas transacciones puntuales según reportes de solicitantes.

Los efectos de la crisis económica venezolana, obedecen a que hubo un primer impago, que es la deuda comercial, luego que al menos unos 40 mil millones de dólares en deuda a proveedores internacionales dejaron de ser pagados, puesto que Cadivi, para entonces, dejó de entregar divisas a precio preferencial. Este primer impago trajo como consecuencias el desplome de importaciones de materias primas alimenticias y de medicinas, lo que se refleja hoy en los altísimos precios de la comida y los medicamentos, así como en el resto de la hiperinflación que está andando. El sufrimiento de la población ocurre mucho antes de que se llegara a la calificación de “default”, debido a las políticas draconianas de la actual administración. Una crisis harta conocida por los venezolanos y el mundo.

La población venezolana sufre los efectos de una crisis que combina hiperinflación y recesión. Cabe destacar que los procesos hiperinflacionarios, en todos los países que han sufrido el fenómeno, sus gobiernos no han podido seguir en pie: hasta la semana pasada, era sólo Zimbabue, pero ya ese único ejemplo se perdió, luego del derrocamiento de Robert Mugabe. La hiperinflación y el hecho de que los tenedores de bonos dejaron solo al gobierno, son señales a tomar en cuenta.